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miércoles, 15 de junio de 2011

ESTE JUEVES UN RELATO



UNA IMAGEN SIN PALABRAS


EL SENDERO

Alicia era una chica que le encantaba caminar por las montañas, necesitaba sentirse parte de la naturaleza, el cemento le agobiaba, y siempre que podía hacía senderismo. Sabía muchos recorridos, algunos ya señalados y otros que ella misma descubría . Uno de esos días cogió la mochila y toda decidida se fue alejando de su pueblo. Con su bastón y sus botas de montaña comenzó a subir y subir, llevaba provisiones y hacía un día espléndido que invitaba a tomar con ímpetu el camino que su intuición le dictaba, y que confiaba ciegamente. No le gustaba llevar reloj, siempre se regía por la luz del sol que aproximadamente le daba una lectura casi precisa de la hora que debiera ser, así que cuando el sol y su estómago le indicaron que era la hora de meterse alguna vianda en la boca, paró donde le fue menester y comenzó a dar cuenta de las provisiones que llevaba en el petate. Después cogió un libro y mirando al horizonte se puso a leer sosegadamente, disfrutando de aquella leve brisa que le proporcionaba la madre naturaleza. Era un libro de aquellos de fácil lectura en el que comienzas a sumergirte y no se advierte lo deprisa que corre el tiempo, total, que cuando se vino a dar cuenta el sol ya estaba poniéndose. Comenzó a correr,-malo- y se puso nerviosa,-peor aun-, empezó a fallarle su intuición y tomó el camino equivocado. La noche cayó como un manto y no tuvo más remedio que parar. No sabía donde estaba; y allí mismo en un lugar indefinido, apoyada en un árbol, decidió pasar la noche. Menos mal que no hacía mucho frío; pero el silencio era tan intenso que daba miedo, ahora no veía las cosas tan bonitas, cualquier ruido por pequeño que fuera sonaba diez veces más fuerte,.y cualquier movimiento, causado por el viento o por algún animal, te ponía los vellos de punta. Acurrucada en aquel árbol intentó dormir, pero la verdad es que no pegó ojo en toda la noche, sólo al final de la misma le venció el sueño y descansó un poco.

Con las primeras luces del día se despertó y con el cuerpo hecho polvo se levantó como pudo, y… ¡Oh sorpresa! Cuando miró al horizonte se dio cuenta con gran alegría que su pueblo estaba muy cerca, allí alzándose majestuosa se encontraba el campanario de su iglesia. En una hora llegaría sin dudarlo, menos mal que vivía sola y seguro que no habría preocupado a nadie, que vergüenza que por su imprudencia hubieran tenido que irla a buscar. Bueno, fue una pequeña aventura; pero otra vez no intentaría realizar experimentos e iría por las sendas marcadas, o bien estaría más atenta al paso del tiempo.

13 comentarios:

Juan Carlos Celorio dijo...

Me encanta caminar por el campo y siempre he tenido ese terror, que se haga de noche en campo abierto. Sobre todo yendo con mis hijas.
Comprendo lo de tu protagonista.
Besos, amiga.

San dijo...

Perderse en cualquier lugar y que la noche llegue !ufff! que agobio y sobre todo siendo miedosa como lo soy yo, pobre mujer !que noche la de aquel dia!
Un besote.

casss dijo...

Muy bueno como nos vas introduciendo en el temor de la noche. Las cosas se ven dan distintas en la noche y en el día.... Así también en la vida.
Un fuertísimo abrazo, Carmen.

Un par de neuronas... dijo...

Sí, sí... ese cosquilleo que le producirá durante años el recuerdo de la excursión accidentada, me resulta muy familiar. Pero a las 12 de la noche yo ya estaba en casa.

Besito. Menudos recuerdos!

Anónimo dijo...

La misma Naturaleza que nos causa tanto placer, es capaz de provocar en nosotros el mayor de los terrores. El miedo a lo desconocido se acrecienta en mitad del campo durante la noche.
Un abrazo.

CARMEN ANDÚJAR dijo...

La soledadhace mucho, el silencio y sobre todo la oscuridad.
Gracias Juan Carlos, San, Cas, Verónica y Pepe.
Un abrazo

Anónimo dijo...

Colorín colorado... este cuento se acaba de un modo distinto.
La moraleja sin embargo es algo pobre o no tan rica.
Solo existe distracción y discuido. No hay una alimaña,

Muy entretenido


Tésalo

Matices dijo...

Da miedo, mucho... la sierra tiene eso te acoge, te seduce y cuando quieres darte cuenta, todo el paisaje ha mutado y es igual... a mi me dan más miedo los sonidos de la noche, siempre inesperados y desconocidos

Besos

Anónimo dijo...

tú me has contado una historia, yo te voy a contar otra:
hace años, la navidad era,tocaron las campanas de mi pueblo a arrebato: salimos las gentes de nuestras casas y las voces comenzaron a informar de que el señor x se había perdido. bien, la noche estaba cerca y salimos los pueblerinos a buscarlo haciendo grupos. y nada. la noche se hizo. pero la bús queda no por ello paró, ni por la oscuridad ni por la niebla espesaaaaa...y sabes, carmen, a pesar de esto es un pueblo y a pesar de que la inmensa mayoría conoce cada recoveco de los campos, el 90 por ciento de lass gentes se perdieron...bueno, perderse perderse no, pues los móviles nos ponían en comunicación..pero, y te lo puedo asegurar, ese 90 por ciento no tenía ni idea de por dónde andaba una vez que la camitata había durado media hora tan solo...y tan sólo, te lo puedo asegurar, conocían el terreno que se pisaba los pastores, esos seres que están muy en comunión cada día con el campo...ah, el señor x apareció al día siguiente muerto...
medio beso.

CARMEN ANDÚJAR dijo...

Gracias Matices y Tesalo. Gustavo, vaya historia y que final más triste. Es verdad, supongo que los pastores deben conocer el terreno, por pisarlo mucho.
Un abrazo a los tres

María José Moreno dijo...

La inocencia de la edad que te hace que cometas locuras, aunque luego las pagues con una noche sin dormir. Me gusta andar pero no lo hago mucho por el campo y quizas debería...
Un beso

Primavera dijo...

Es una facultad bonita perderse por esos lugares y disfrutar de tu propia compañia pero claro puede ocurrir lo que a tu protagonista que te pierdas..
Feliz fin de semana

CARMEN ANDÚJAR dijo...

La verdad es que caminar por el campo es fantástico; pero tiene esos inconvenientes.
Un beso a las dos