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sábado, 30 de mayo de 2009

SÁBADOS DE MERCEDES

Antes de empezar, quiero pedir disculpas por si alguno de vosotros y vosotras sois del Madrid u otro equipo; pero como estoy tan contenta por el Barça, no me he podido estar de hacer este relato.

UN VIAJE INOLVIDABLE

El avión salía a las 11 del aeropuerto del Prat con destino a Roma; allá le esperaban otros amigos, todos iban a ver la final del Barça.

Se encontraba nerviosa, porque nunca había estado en esa ciudad, que todo el mundo decía era maravillosa, y también era la primera vez que iba a ver a su equipo en una final europea. El avión despegó a tiempo y en un par de horas llegaron a su destino. Tenía tantas ganas de pasar por el hotel y ponerse en marcha, que casi se deja el equipaje en el aeropuerto. Le dijeron los de la agencia que los hoteles de Italia no estaban muy bien, eso le importaba poco, su estancia sería corta y no pasaría mucho tiempo en él.

Dejó sus cosas en la habitación, se puso la camiseta de su equipo y con sus compañeros se dispusieron a recorrer la ciudad. Lo primero y principal: ir a la Fontana de Trevi para pedir un deseo como estaba mandado, era obvio cuál sería. Increíble la cantidad de personal que tuvo la misma idea, toda la fuente se vestía de azul y grana. Después se dirigieron al Coliseum, con un calor de lo más insoportable; aunque como se sentía en una nube, daba igual.

Se les pasó todo el día recorriendo la ciudad, ya faltaba menos de veinticuatro horas para el gran encuentro. La siguiente jornada se pasó volando hasta la hora del partido. Al entrar al estadio, les sorprendió el tamaño del mismo, enorme, y el césped les quedaba bastante lejos. El ambiente era extraordinario.

Empieza el partido... y a sufrir. Como buen culé, no para de morderse las uñas. A los diez minutos ese pedazo de jugador Etoo marca ¡Qué emoción! Se abraza al primero que pilla, da igual el que sea, siente lo mismo que ella, es algo inexplicable; es como la fe, o se tiene o no. Se siente más tranquila; pero el otro equipo no se chupa el dedo y no lo pone fácil. Tienen suerte, se acaba la primera parte y el resultado permanece inalterable. Comenta las jugadas con los compañeros y así se pasa el tiempo más deprisa. Comienza la segunda parte, el Barça sale en tromba y cuenta con muchas oportunidades; aunque ninguna prospera. Se vuelve a poner nerviosa, no las tiene todas con ella. El Manchester vuelve a atacar y ¡huy!, oportunidad de Cristiano. Es guapo el tío, ¡bah!, pero muy chulo y además ya le ha dado unos cuantos mamporros al pobre Puyol. Ahora... ¿qué pasa?, se escapa Xavi, le centra a Messi y... ¡Goool! Esto es una locura, se hunde el estadio. La tenemos, sí, la tenemos tan cerca... que ya la podemos tocar. ¡Dios mío, no me lo puedo creer!; aunque hay que calmarse y esperar que acabe, se le está haciendo eterno. Los minutos pasan tan lentos..., que parece que la aguja del reloj no se mueve. Cinco minutos, sólo cinco, ya está aquí, cada vez más al alcance de la mano.

Vaya, dan tres minutos más, qué mala pata, bueno, de todas maneras queda poco. El arbitro parece que va.... Sí, coge el silbato, se lo lleva a los labios y... ¡Sí, pita el final! Los jugadores se abrazan; ellas también, saltan, lloran, se ríen. Van pasando lentamente a recoger los trofeos, y en el centro les espera la copa, Puyol se acerca, y poco a poco la levanta por encima de su cabeza, y entonces un griterío ensordecedor llena el estadio. La emoción es indescriptible, las lágrimas brotan como un río sin poderlo evitar. La fiesta duró un buen rato, no tenía ningunas ganas de volver al hotel; pero le esperaba un buen madrugón y debía de recogerse.

En su viaje de vuelta, la felicidad aún perduraba y no paraba de pensar: “Esto sí que ha sido un viaje inolvidable. Tanto, que supongo que pasarán años hasta que se repita, ¿o no?”.

FELICIDADES, BARÇA

viernes, 22 de mayo de 2009

SÁBADOS DE MERCEDES


UNA HISTORIA EN INTERNET

Este tema me ha gustado; aunque aquí relato la parte mala de la red; que también la hay.

ESE PERFECTO DESCONOCIDO

Había salido del trabajo un poco tarde -con las ganas que tenía de llegar a casa-, el dichoso jefe le pidió que se quedara un poco más para acabar unos informes. Le esperaba su ordenador, aquella máquina que se compró hacía seis meses y que le daba tantas alegrías, sobre todo “INTERNET”. Para ella, que apenas salía, era un refugio para acercarse al mundo y conocer personas de todos los rincones. Precisamente a través de la red se carteaba con un chico de lo más interesante, con sus mismas aficiones y de casi la misma edad; bueno, quizás él era un poco más joven. Cada noche hablaban y se pasaban las horas muertas casi sin darse cuenta. Ya era hora de que se pudieran ver en persona, y así se lo había comentado una semana antes. Desde entonces esperaba su respuesta y ésta no llegaba. Se sentaba frente aquella máquina, con la esperanza de volver a percibir aquel sonido casi silencioso de las palabras que brotaban en la pantalla, que le permitía imaginar la persona que se encontraba tecleando al otro lado: moreno, con el pelo entrecano, los ojos color avellana, labios finos; y las manos, sí, las manos serían lo mejor, dedos largos y suaves, que acariciaban con dulzura cada letra para formar la palabra adecuada con que sorprenderla. En el frescor de la noche, con su mirada perdida en el ordenador, esperó sin respuesta los mensajes ansiados de aquel desconocido, que consiguió que asomaran sentimientos que creía dormidos para siempre. Mañana volverá a reencontrarse con la computadora, con la esperanza de que unas simples letras le devuelvan a su perfecto y mágico mundo

viernes, 15 de mayo de 2009

SÁBADOS DE MERCEDES

La historia que os voy a contar aunque parezca que soy yo, sólo tiene de mí el principio, lo del accidente; sin embargo bien me podía haber pasado.

LA VENTANA INDISCRETA

Desde luego, nunca imaginas lo que te puede suceder en esta vida; y en un momento, ¡ZAS! te cambian todos los planes. Eso es lo que me pasó cuando un día de noviembre tuve un accidente de coche, me rompí una vértebra y pasé muchos días postrada, primero en la cama y después en el sillón del comedor de mi casa.

Al principio, leía bastante; pero como me cansaba, también me dediqué a observar lo que pasaba por la calle a través de mi ventana, a modo de entretenimiento. En una de esas chafarderías, porque no se puede decir de otra manera, percibí en el piso de enfrente unos individuos que llevaban una vestimenta algo estrafalaria, que realizaban unos extraños movimientos. Al principio pensé: “Irán a un baile de disfraces”. Poco a poco me fue llamando la atención aquellas personas que paseaban con esa ropa tan sorprendente; y como a través de la vista desnuda no se observaba con exactitud lo que hacían, decidí coger unos prismáticos que tenía arrinconados en mi habitación -sólo utilizados para distinguir la luna o las estrellas del firmamento- para acercarme a la escena que sucedía tan cerca de mí, porque me era imposible resistirme a la tentación. Aunque lo veía todo más cerca, no conseguía averiguar lo que acontecía, parecía que ensayaban una coreografía.

Cada día, al levantarme, después de desayunar me aproximaba a la ventana, y con los prismáticos miraba y miraba sin apartar la vista, las horas se me pasaban muertas, esperando que pasara algo extraño que me hiciera alimentar mi curiosidad. Y por fin llegó ese día, eran las cinco y media de la tarde cuando picaron a la puerta. Al abrir apareció en el lindar una chica con un micrófono y un cámara. Yo me quedé estupefacta y cortada a la vez, porque no entendía nada; aunque enseguida me lo explicaron. La televisión estaba realizando un experimento que consistía en poner a unos individuos en un piso determinado con la misión de exhibirse a través de la ventana. A la vez, colocaban fuera una cámara móvil, que cuando captaba alguna persona que observaba la escena siendo constante en su empeño, esta se movía y rápidamente grababa a la observadora, convirtiendo su vida en un reálity que todo el mundo podía ver. Yo me puse como una furia y les insté a dejar mi casa, no sin antes advertirles que les denunciaría; aunque ellos sin inmutarse me contestaron que a la vez que yo había invadido un espacio privado, ellos habían hecho lo propio y que si no lo descubrí fue por mi ansia de curiosear a los demás. Se fueron y me quedé meditando sobre lo que me acababa de suceder, y al final llegué a la conclusión que me estaba bien empleado por ser tan chafardera.

viernes, 8 de mayo de 2009

SÁBADOS DE MERCEDES

Como se muchos de los que leéis mi blog sois hombres, espero que no os sintáis ofendidos por el relato, ya sabéis que algunas mujeres no tienen muy buena opinión de algunos de vosotros; pero ¡Yo no! no os vayáis a pensar.

ESTOY EN UNA ISLA Y SÓLO QUIERO...

Estoy en una isla y sólo quiero disfrutar de la naturaleza que me rodea; sobre todo reflexionar, y mucho. Te escribo esta carta para que estés tranquilo y no intentes buscarme. Cuando decidí pasar aquí unos cuantos meses, no esperé que lo entendieras —porque me comprendes más bien poco—; aunque si confiaba que pensaras que tendría mis razones. Como la intranquilidad iba ganando terreno, tuve que alejarme casi a escondidas dejándote esta nota. Siempre me dices: “Qué complicadas que sois las mujeres”. ¡Hay que ver qué cara!, a lo mejor es que vosotros sois muy simples y no intentáis averiguar qué pasa por nuestra cabeza. Deja que te diga algo; aquella vez que tú y tus amigos os dedicabais a criticar a las mujeres de vuestro trabajo, me pareció de muy mal gusto y así te lo hice ver. Sin embargo, sólo se te ocurrió responderme: “Cariño, estamos bromeando”. Supongo que tu cabeza no da para más, ¿cómo se puede bromear humillando a los demás? Para mí no es normal; aunque tú y tus amigos sois de otro parecer. Te podría explicar otras anécdotas del mismo estilo; pero no vale la pena porque somos muy diferentes. Supongo que estaba tan ciega que no lo he visto hasta ahora. No te preocupes, cuando vuelva ya hablaremos respecto a lo nuestro; mientras tanto, pienso divertirme lo que pueda.

Mari Carmen

viernes, 1 de mayo de 2009

SÁBADOS DE MERCEDES

¡VAYA VISTAS!

Salí huyendo de casa, no se podía soportar aquel ambiente irrespirable, necesitaba airearme y olvidar. Desde que vivía con aquel hombre todo iba de mal en peor, me trataba como una criada, no se molestaba ni en recoger la mesa, ni su ropa, ni nada de nada. Cuando volvía de trabajar me encontraba el piso como una leonera, y hoy he dicho basta. Calle arriba me puse a caminar sin rumbo fijo. Subí y subí, tanto que casi me quedo sin respiración; pero valió la pena. En aquella montaña me sentía como Jesucristo cuando, desde aquella cima, fue tentado por Satanás proponiéndole que si le adoraba conseguiría todo lo que aparecía delante de sus ojos. Y desde luego, lo que se divisaba desde aquel lugar era una visión impresionante que se perdía en la lejanía con el mar de fondo. Ante mí se encontraba Barcelona, desde la Sagrada Familia hasta la torre Mapfre; a la izquierda mi ciudad, Santa Coloma, con edificios de todo tipo, altos, bajos, y unas casitas de lo más coquetas cerca del monte. A la derecha, otra pequeña ciudad, Montcada, similar a la mía aunque no tan urbanizada. Respiré hondo y aspiré el aire puro que penetraba dentro de cada poro de mi cuerpo, gozando de este momento irrepetible. Me sentí mejor y comprendí muy bien a todos los que han dejado su vida de comodidad urbana para retirarse a la naturaleza. Regresé mucho más tranquila y decidida a hablar con mi compañero y poner las cosas claras. Me juré repetir la experiencia cada vez que necesitase meditar y reconducir mi vida.

Cuando desde la parte llana de la ciudad observé hasta dónde había llegado, me pareció increíble. ¿Cómo fui capaz de subir tan alto? ¡Lo que hace el cabreo!