MI JUEVES

EL VIAJE DE BODAS (cualquier parecido con mi realidad es casualidad)

Hacía tiempo que habíamos soñado con aquel viaje. Teníamos unos pequeños ahorros, y ahora era el momento de gastarlos. Cuando nos casamos, no hicimos luna de miel, nos gastamos casi todo nuestro dinero en el piso, por lo que a duras penas y con ayuda de los padres pudimos pagar el convite. No nos íbamos muy lejos; pero para nosotros era algo fantástico. Decidimos viajar a Menorca, una isla más pequeña que Mallorca; y en esos años poco salpicada por la especulación humana.

Llegamos a Ciudadela ilusionados, dispuestos a olvidarnos de todo y divertirnos un poco que buena falta nos hacía.. El hotel estaba muy bien, perfectamente equipado con todas las comodidades. Nos instalamos y, lo primero que hicimos fue bajar a la piscina. El sol brillaba tanto, que no tardamos en darnos un baño, el agua estaba en su punto, ni fría ni caliente, a temperatura ideal. A mi siempre me ha gustado mucho el agua, así que disfruté como una niña nadando sin parar, hasta que por fin decidí salir y tumbarme en una de las hamacas. En el momento de sentarme sentí como un pinchazo extraño, una especie de corriente que me pasó por todo el cuerpo y que provocó que me levantara al instante. Mi marido, que ya llevaba rato tumbado se asustó y me preguntó que me pasaba. Yo no sabía que decirle, sólo le comenté lo que sentí:- Me vino una imagen como de mi misma en otro momento y en la misma hamaca; pero fue una sensación desagradable. Era muy extraño yo nunca había estado allí, sin embargo me pareció que no era así. Mi marido me comentó que eso eran tonterías; pero yo no sabía que pensar y más cuando otro día me pasó lo mismo. Hasta que el tercer día prevenida una, tardé un poco más en sentarme y es entonces cuando mi mirada se dirigió a la piscina. En ese momento un niño se lanzaba de cabeza al agua; pero no salía, yo sin pensármelo dos veces me tiré y pude sacarlo. Éste quedó inconsciente en el fondo al golpearse en la cabeza. Por suerte todo quedó en un susto y el niño se salvó.

A partir de ese día no me volvió a pasar el fenómeno de la hamaca y las vacaciones transcurrieron con normalidad. Está claro que fue un aviso ante lo que estaba a punto de pasar, al menos es lo que yo deduje. Después me enteré que hace años una madre perdió a su hijo cuando en un descuido cayó a la piscina y se ahogó, estando ella sentada en una de las hamacas. Como dicen los gallegos “Haberlas hailas” o algo así, que no se gallego