Pasamos un día de retiro en un
convento de las Benedictinas con unas compañeras, fue muy gratificante... El
ambiente de recogimiento se respiraba por todos los poros de esas paredes, y un
gran silencio. Yo en mi profesión lo valoro
mucho, porque en una clase con treinta adolescentes se consigue pocas veces. A
la hora de la comida, entró en acción el juego de las miradas, no necesitábamos
hablar para sentirnos cómodas, al contrario de esos silencios tensos que nos incomodan y cortan el ambiente como un
cuchillo.
Visitamos la
capilla y participamos en las oraciones de las hermanas. Esos cantos
gregorianos, provocaban sensaciones que
llegaban a lo más profundo de nuestro yo interno, y nos producían una gran
relajación, Cerrando los ojos,
fácilmente nos podíamos trasladar a cualquier paraje que nos transmitiera esa
paz que tanto necesitamos.
Las hermanas eran muy agradables
y nos dieron todas las facilidades para sentirnos como en nuestra casa, de
hecho la vida espiritual atrae a más personas de las que pensamos, el
conocernos a nosotros mismos es algo tan importante que en algún momento de
nuestra vida la necesidad de retirarnos pasa por nuestra cabeza; aunque sea un
fin de semana, cargar pilas y volver a empezar.
Por la tarde paseamos por sus
jardines y disfrutamos de aquel tesoro
de plantas que adornaban los alrededores del convento. Cuando nos fuimos algo
se nos quedó entre aquellas paredes, la paz y el silencio.
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23 comentarios:
Casi ya cerrando la ronda me encuentro con tu relato. Y no quisiera terminarla por hoy sin referirme a él: bellísimo. Describes, sólo describes...pero llegan las sensaciones a las que te refieres.
Bueno, corren malos tiempos para decir, abiertamente y sin tapujos, que también hay belleza en esos lugares, y que también hay personas que los eligen voluntariamente, sin huir de nada y por convicción. Personalmente prefiero abrazar la vida con todas sus manifestaciones, pero eso no quiere decir que haya personas que prefieran ese retiro.
Lamentablemente y por razones evidentes, los resentimientos personales, sobre todo de las personas de una determinada edad, vician cualquier opinión "distante y desapegada" hacia este tipo de temas.
Un beso
Bueno, es verdad que la esperiencias hacen mucho, y tendemos un poco a generalizar, y como en todas las cosas y también personas, hay buenas y malas. No se puede generalizar.
Un abrazo
Una visión distinta a todas las que he leído hasta ahora, que enriquece
la visión que tenemos de los Conventos.
Un relato positivo que transmite mucha energía sincera y Paz del Espíritu Carmen. Es muy cierto que hay vivencias buenas y malas, todos las tenemos, pero para mi gusto prefiero inclinarme por los buenos recuerdos.
Benos dias Carmen: en le momento actual, con una Iglesia completamente desacreditada, y con el estilo u forma de vida que llevamos todos,es muy didfícil, tener fé, pero esto no está absolutamente reñido con la espiritualidad y el recogimiento. Es bonita y positiva tu entrada.
Muchos besos.
Qué bien organizado lo tienen, de eso se trata...
Un abrazo, Carmen.
Siempre reconforta pasar un buen día, relajado y feliz, deja buen sabor de boca, jejeje, incluidos los dulces, los paseos, el arte ¿qué más quieres? Un modo de vida que si es elegido líbremente resulta legítimo, se está bien en el convento...unas horas para mí.
Petons, este relado respira serenidad.
Muy bonito para estar unas horas o unos días pero la vida en clausura y silencio no está hecha para mí.
Besos
Creo que me pasaré por allí: paz y silencio, me están siendo necesarios por estos días.
No dudo, que esos lugares tengan también su encanto, desde la arquitectura hasta los claroscuros de los recintos. Seguro que para un fin de semana, no está nada mal, lo que no así, tal vez, para llevar una vida de encierro por más devoción que nos mueva. Has dado calidez y calma a este paseo juevero por los conventos.
Besos!
Gaby*
Me encantarìa pasar unos dìas en un convento, lo tengo en mente.
Un abrazo
Lola
Gracias Tracy, Lao, Natalia,Montserrat,Censura, Leonor y Gaby. Efectivamente, a mi tampoco la clausura no me va; pero si una temporadilla para renovar energías.
Un abrazo
Se mastica la paz con ese silencio, hay belleza en las sensaciones que describes. Un paseo que reconforta.
Gracias.
Un beso
Muy buena experiencia. Yo creo que a todos nos vendría bien vivirla alguna vez. Un beso.
Otra visión más, otra forma de entender esta vida dedicada a la oración. Desde luego muestras con detalle todo lo que rodea a este convento. Se escucha ese canto gregoriaro y se respira la paz y la tranquilidad, cosa que en los tiempos que corren, no viene nada mal
perderse por unas horas por sus pasillos. No todo va a ser historias negras alrededor de sus muros.
Un abrazo.
Creo que una de las cosas que más valoramos de esos lugares propicios para la meditación son la paz y el silencio que uno puede encontrar allí. No sería lo mío, pero lo valoro.
Un abrazo
He parado de pasada en algún convento, normalmente en viajes en carretera y coincido en lo que describes. Sensaciones de paz, monumentalidad, en algunos muy buena acogida por parte de los monjes y ganas de permanecer allí un rato más, aunque no pasar la noche, no sé si por temor o porque soy muy comodón y prefiero un hotel.
Besos.
Gracias Rosa, San, Juan Carlos, Cristina y Neo. Claro que hay buenas experiencias, esta paz y tranquilidad no se en cuenta en cualquier sitio.
Un abrazo
Creo que es enriquecedora y positiva una visita que nos haga adentrarnos en nosotros mismos y prescindir de todo lo superficial. Buen sitio para desnudar el alma.
Bss.
Has descrito una visita sin duda placentera de recogimiento, silencio y paz...de vez en cuando vienen bien estos momentos.
Un beso
Un agradable paseo por un instante de paz y recogimiento... es lo bueno de los conventos, te garantizan silencio e introspección. Yo, de joven fui a uno y me paseé la noche jugando al Poker... ¡Hay que elegir mejor a los amigos!
Besos
Pásate por mi blog y tendrás un premio que te recordará mi primera convocatoria. Muchas gracias por participar
A veces he acudido con Toñi a la capilla de un pequeño convento de Córdoba, accesible desde la calle, por el placer de oir cantar a las monjas del mismo. Voces limpias, puras, delicadas. Todo un gozo. Respiran esa paz y serenidad a la que aludes en tu relato. Pero vivir para siempre de espaldas al mundo no lo puedo entender. Personalmente, encuentro la paz necesaria con la mochila al hombro en contacto con la naturaleza o en el salón de casa, una vez que el día ha terminado con mis hijos y mi mujer acostados.
Un abrazo.
Gracias por este relato, porque nos llevas a sentir un momento de recogimiento y paz.
Una experiencia religiosa, al decir de algún cantante, que nos eleva y nos dice de que no todo es tan negativo, como a veces lo podamos ver y sentir.
Tu punto de vista, siempre me parece concreto y real, y envuelto en papel de seda para regalo, hoy lo recibo, lo aprecio y lo aprovecho.
besos Carmen.
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