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viernes, 18 de julio de 2008

SIN UN ADIÓS


Un silencio sepulcral rodeaba aquella estancia, se podía cortar con un cuchillo y la soledad invadió aquel cuerpo hundido en la miseria. Sentado en una silla solitaria, en medio de la habitación, la vida no tenía sentido. ¿Qué haría ahora? Su mujer le había dejado de un día para otro y no entendía el porqué. No lo podía concebir y sobre todo lo que no comprendía era la falta de sensibilidad que mostraba, despidiéndose como se dice vulgarmente “a la francesa”, con una simple misiva en la que mostraba un considerable disgusto ante la actitud que él exhibía últimamente. Una actitud que según ella era de un desprecio inaguantable. Pero, ¿Cómo podía decir esas palabras? No era verdad, él vivía por ella y la quería con toda su alma. No entendía nada, ¿de quién hablaba? No se reconocía, imposible que hablara de la misma persona. Recordaba cuando se casaron, ¡Eran tan felices! ¿Qué pasó entonces? Con las manos tapándose la cara llora desconsoladamente. Llevaba dos horas en aquella silla y no se podía mover, esperaba que ella se lo pensaría y volvería; aunque en el fondo de su corazón sospechaba que no la vería nunca más. ¡Dios mío!, ¿Qué iba a hacer ahora?, sin Laura no era nada; su otra mitad, la mujer de su vida.

¡De pronto se levantó de un salto y decidió sin más ir a buscarla! Fue a casa de sus padres, estos no sabían nada, era la primera noticia que tenían, se quedaron estupefactos y él ahora sí que no comprendía nada. Si ni sus padres conocían su paradero la cosa era seria; pero lo que estaba claro es que se había ido, porque la carta era muy concreta en ese aspecto. Era extraño que se hubiera marchado desvinculándose de todo el mundo. Todos los días la buscaba, removió cielo y tierra, pero no apareció, y al final se tuvo que rendir.

Después de meses en los cuales sólo había en su vida una obsesión, la venda se le cayó de los ojos y decidió volver a su vida y empezar de nuevo. Poco a poco la imagen de su mujer se fue desdibujando. Y cuando ya la creía olvidada, un día de camino a su trabajo la vio en una esquina y entonces se dio cuenta que sus sentimientos seguían intactos. Una oleada sin freno lo invadió, dejándolo prácticamente paralizado. Cuando se encontró en condiciones se dirigió a saludarla y ella se quedó muy sorprendida al verlo. Le contó que después de aquel día necesitaba alejarse del mundo y estar sola, se marchó a un país muy lejano, donde encontró lo que él no le podía dar, necesitaba libertad y allí estaba, se sentía libre y bien consigo misma. Le deseó que fuera muy feliz y desapareció. Entonces también él se sintió liberado, la entendió un poco más; pensó que había sido bastante egoísta; aunque a partir de ese momento decidió que no valía la pena pensar más en esa persona y no le guardó ningún rencor.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Estoy viendo el cuadro con mi hija y me dice que es muy bonito. Es un cuadro perfecto para una habitación tranquila de lectura. El relato también nos ha gustado. Besos

CARMEN ANDÚJAR dijo...

Gracias Tere y Miriam, celebro que os haya gustado. He elegido este cuadro para el relato porque éste tiene algo de romántico, aunque con un punto de resignación.
Hasta pronto