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domingo, 31 de agosto de 2008

Diario de un viaje











Es difícil transmitir todas las sensaciones de un viaje que ha sido tan esperado, en el que has puesto las máximas expectativas y que por anhelarlo tanto es posible que decepcione; pero lo que estaba claro es que estas vacaciones eran algo diferente porque, después de tres años sin salir, los cuatro miembros de esta familia retomaban la andadura de un viaje de placer. Ahora mis hijas están en plena adolescencia, con lo eso conlleva ¾seguro que me entienden los padres que se encuentren en esta situación¾: que si ahora se cansan, que si ahora se aburren...; en fin, lo que suele pasarle a uno con esta edad. A pesar de que algo de esto ha pasado, no ha ido del todo mal.

Decidimos ir en coche a Italia por varios motivos: Primero porque así nos sentiríamos más libres de movimientos y podíamos visitar diferentes zonas del país; el segundo motivo es que yo le tengo un miedo visceral al avión; no sé bien el porqué. El viaje era un poco largo, por eso tanto la ida como la vuelta la hicimos en dos días, parando en un punto intermedio: Niza. Ya que estábamos allí, fuimos a visitar Montecarlo. De verdad alucinamos con el casino y el personal que se acercaba a él con unos grandes coches que por supuesto no estaban al alcance de cualquiera. Paseamos por el barrio donde se encontraban las tiendas de grandes marcas, con unos precios inalcanzables para unos bolsillos como los míos, aunque como dice el refrán: “De ilusión también se vive”.
Al día siguiente nos dirigimos a Roma. Llegamos por la tarde y rápidamente orientamos nuestros pasos al centro histórico de la ciudad, con la ilusión de volver a ver aquella urbe que me encantó hace veintiséis años. Al acercarnos a la plaza de España un nudo de emoción me invadió, aquella fuente maravillosa y aquellas escaleras inmensas llenas de turistas. ¡Era espectacular!, apenas era el inicio, continuamos por las calles y ya desde lejos se oía el sonido del agua, que nos inducía a creer que nos acercábamos a algo fuera de los común. Y así fue, al doblar la esquina nos encontramos con una cantidad descomunal de personas que miraban de frente a ¡La Fontana de Trevi! Yo me acordaba ligeramente cuando vine la vez anterior; pero seguro que no encontré esa inmensidad de gentío. Eso me hizo pensar en cómo ha cambiado la vida y la sociedad, siendo todo más accesible para muchísima más gente.
Bueno, este día habíamos tenido muchas emociones, por lo que nos retiramos a descansar y retomar nuestra visita con renovadas fuerzas, que buena falta nos iba a hacer en la cola para visitar el Vaticano; menos mal que el tiempo de espera no fue muy largo. La verdad es que desde el momento que entras, ves que aquello es otra cosa, realmente te das cuenta del poder que ha tenido la Iglesia y tanta riqueza te aturde, aunque hay que reconocer que es un trozo de nuestra historia. Ahora, lo que verdaderamente me dejó sin habla e impresionada hasta la extenuación fue la Capilla Sixtina y en concreto el “Juicio final”, ¡es impresionante!, ¿cómo alguien pudo realizar una obra de tal magnitud?, todos aquellos cuerpos juntos, entrelazándose unos con otros, aquellas miradas de terror, la expresión de Jesucristo levantando la mano. Me imagino la cara de los pobres fieles en la misa observando ese mural, debían de sentir un gran espanto en sus cuerpos sólo de pensar lo que les esperaba.
Al tercer día decidimos hacer una buena excursión hasta Pompeya, una ciudad que conserva casi por completo su antigua villa romana. Es realmente sorprendente encontrar la historia viviente en los restos de aquella urbe olvidada. Se conservan casas de ricos, de pobres, y hasta por haber hay un prostíbulo. También es curioso observar como se conservan unos pasos de cebra. Estos consistían en unas piedras enormes por donde pasaban las personas cuando se inundaba la calzada. Parecía que habíamos retrocedido dos mil años.
En todos estos días dejé un poco de lado mi vena artística, más que nada porque no encontré el momento para ponerme a dibujar; pero después de ver tanta historia y monumentos, sentía una necesidad vital. Cuando volvimos de la excursión salí al balcón del hotel, cogí mi cuaderno de dibujo y comencé a esbozar un pequeño apunte de lo que veía desde allí, e incluso realicé unos bocetos de mis hijas. Comenzaba a sentir hambre de arte, ya que Roma está rodeada de monumentos, museos y sobre todo de pintores callejeros que se dedican a plasmar su visión de la ciudad para los turistas, tanto en blanco y negro como en color, con lo más significativo de la ciudad, por lo que una aprendiz de artista como yo no podía ser menos.
Uno de los grandes reclamos de Roma es su anfiteatro “El Coliseum”. A mis hijas les encantó, con este monumento pasa como con otros, vas caminando por las calles de la ciudad y de pronto aparece; pero en este caso es tan grandioso que llama poderosamente la atención. Después de aguantar la cola y ver por dentro y por fuera esta grandiosa obra hecha por el ser humano, subimos a una pequeña colina y desde allí, con una vista excepcional, me decidí hacer un pequeño apunte de este coloso. Enfrente de aquel espectáculo me sentí en otro mundo y trasportada dos mil años atrás.

Acabada nuestra estancia en Roma, nos trasladamos a Florencia. De camino pasamos por Siena, una ciudad considerada Patrimonio de la Humanidad. No me decepcionó en absoluto. Es una villa medieval que tiene un encanto especial. Su catedral es preciosa tanto por dentro como por fuera , ya que está decorada con piedra blanca y negra, que le da un señorío difícil de superar; al igual que la catedral y su Plaza Mayor, que con forma de concha te da claramente señales de que te encuentras en un lugar singular. Después de llevarnos esta buena impresión, llegamos a Florencia por la tarde. Al igual que en Roma nos dirigimos a su centro histórico y como en Siena nos llamó mucho la atención su Catedral o “Duomo”, como se dice allí; aunque nos decepcionó un poco al verla tan sucia por fuera. Después, observarla por dentro también nos dejó un poco parados; porque la austeridad es tan grande que se ve un tanto desangelada, sin casi decoración. Por la tarde fuimos a ver la galería de los Uffizi, donde quedamos impregnados de arte para todo el viaje. Fue un día bastante cansado y de mucho calor, tanto que el cuerpo sólo nos pedía agua y descanso. A diferencia de Roma, donde había tantas fuentes con agua muy fresca, aquí no pasaba lo mismo, el agua de las pocas fuentes que encontrábamos no estaba muy fría que digamos. Por las noches aprovechábamos para pasear por las calles e ir al puente Vecchio, donde a veces había actuaciones musicales. La vista excepcional del río Arno, los puentes y parte de la ciudad eran un paisaje ideal para plasmar aquella belleza en un pequeño apunte, fue un momento mágico. A mi hija pequeña le gustó tanto el cantante que volvimos todos los días. Mientras estábamos en Florencia nos acercamos un día a Pisa. Verdaderamente es curioso el montaje que hay al lado de los tres monumentos principales, el Baptisterio, la Catedral y sobre todo la Torre Inclinada. Es una zona donde se ubica una gran cantidad de chiringuitos vendiendo recuerdos; aunque lo más gracioso son las posturas que pone la gente haciendo ver que aguanta la torre para que salga una buena foto con ese efecto.
El último día vimos unos jardines preciosos que se llaman “Bóboli”. Se encuentran al lado del Palacio Pitti, segunda residencia de los Medici, los cuales tuvieron un excelente gusto en su construcción. Dimos un buen paseo y descansamos bajo unas excelentes sombras que nos daban algunos árboles del jardín. Esto nos sirvió para relajarnos un poco y sobre todo para soportar lo mejor posible el calor. El Palacio no lo vimos; pero lo que si pudimos ver fue la primera residencia de los duques, “EL Palacio Vecchio”. Fue muy interesante porque nos enseñaron los pasadizos secretos por donde se movían los Medicis, aparte de la suntuosidad que de por si tienen todos los palacios y que fuimos descubriendo sala por sala. Con esta visita dijimos adiós a Florencia y nos fuimos de camino a Venecia. Antes de llegar a nuestro destino decidimos hacer un alto en Verona. A mis hijas les hacía gracia visitar la ciudad donde transcurre la historia de Romeo y Julieta. No estuvimos mucho tiempo, vimos la casa de Julieta y al dirigirnos a ella pasamos por un callejón que estaba lleno de mensajes de amor de todo tipo. Al final del callejón se encuentra una estatua de Julieta, donde todo el mundo se hacía una foto de recuerdo. También visitamos un anfiteatro romano que dicen que es el segundo en el mundo más grande después del Coliseum, y desde luego que impresiona. Al igual que Siena, Verona es una villa que tiene su encanto. Después de comer nos dirigimos a Mestre , que es un pueblo que está muy cerca de Venecia y era allí donde teníamos nuestro hotel. Desde ese lugar cogimos un autobús que nos dejó en la Plaza Roma de Venecia. ¡Qué voy a decir de Venecia!, es una ciudad diferente de las demás, sus canales, sus puentes, hacen que posea una singularidad difícilmente superable. No ha perdido su encanto; pero a su vez se nota que sólo vive del turismo, tiendas por todas partes y restaurantes por doquier, con unos precios que te lo tenías que pensar dos veces antes de entrar. Vimos pocos monumentos, la iglesia de San Marcos, con sus reminiscencias árabes que la hacen única, y el palacio Ducal, que como todos los palacios tienen esa suntuosidad majestuosa que te convierten en un pequeño grano de arena ante esa grandiosidad imponente. También, como no, fuimos a Murano, el paraíso de las compras de vidrio, donde como casi todo el mundo caímos en la tentación y compramos algún pequeño recuerdo. Cogimos muchos autobuses públicos, que en este caso eran los llamados “Vaporetos”; pero no disfrutamos porque iban tan llenos que no te dejaban contemplar el paisaje.
En Venecia yo sabía que las ganas de dibujar se iban a multiplicar, así que aprovechando que mi familia fue a hacer unas cuantas compras, yo me senté en una escalera con final en un canal y me puse a dibujar lo que tenía delante de mis ojos: una casa, el canal, un puente al fondo y los edificios que se divisaban en los laterales. Mientras dibujaba iban pasando lanchas y lanchas, lo que aprovechaba para tomar un pequeño apunte de alguna y darle un poco de más vida al boceto. En ese momento me sentía muy feliz, disfrutando de ese trozo de cielo que para mí era aquel canal.

Y ya se acababa nuestra estancia en Italia. Regresamos a casa, e igual que en la ida pasamos la noche en Niza. Y ya que estábamos allí, aprovechamos para ver su puerto y sus barrios. En el puerto descubrimos unos barcos que eran verdaderas casas flotantes. Estaba claro que eso no lo tenía cualquiera Después del puerto nos dirigimos al barrio viejo, donde encontramos tiendas de todo tipo para el turismo, que realmente está por todas partes, aquí también se notaba. Después volvimos sobre nuestros pasos por el puerto hasta el hotel y por fin al día siguiente llegamos a nuestra casa.

De todos estos días he sacado una buena impresión, los hemos aprovechado bien y hemos visitado muchos lugares, lo que nos ha dado una buena visión de Italia, sus monumentos y su cultura.