No le gustaba la idea; aquel hombre le había citado en la puerta de la
iglesia, tenían que hablar de algo muy serio, y no quería que por los
alrededores se encontraran espías que se enteraran de todo, así que lo mejor era
subir al campanario de la casa de Dios. A ella le daban pánico las alturas y
aquella escalera de caracol sin baranda le producía horror, no dejaban subir a
nadie, solo el campanero que dominaba el espacio. No sabía como ese hombre
disponía de la llave para abrir la puerta, si se la dieron o consiguió una
copia; sin embargo era así. Él sabía donde escondían a su hermana, desaparecida
hacía más de un año, le dio pruebas de que permanecía viva, así que no le
quedaba más remedio que acudir a la
cita. Cuando llegó, el individuo llevaba una gorra calada hasta la frente y solo
le hizo una señal para que le siguiera. Abrió la puerta de la iglesia, en el
silencio de la noche, solamente se oía el chirriar de la llave. Se dirigieron a
la escalera y comenzaron a subir. Al principio todo iba bien; pero después de
cuatro vueltas empezó a marearse, aquel caracol
le daba vueltas y más vueltas, perdía la estabilidad y lo percibía todo
al revés. El individuo solo le gritaba, que se diera prisa y ella comenzaba a
no poder más; sin embargo le quedaban fuerzas para llegar hasta el final, se lo
debía a su hermana, y lo hizo, llegó hasta el campanario. El hombre la llamó y
le dijo que se acercara, ella nunca sospechó… Al acercarse perdió la
estabilidad y solo pudo oírla voz del individuo en el momento de empujarla al
vacío.
.—Ja,ja,ja… ¡A tu hermana tampoco le gustaban las escaleras!
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