LA HUÍDA
Corría sin rumbo, corría para escapar. Los pasos cada vez se sentían más
cerca. Los ojos de Juan estaban desorbitados desde que en aquel parque sintió
un aliento fétido en su cuello. Giró su cabeza, descubriendo una cara horrible,
con los ojos inyectados en sangre, y unos cortes terribles por los que se le
observaba el hueso. Juan no lo pensó dos veces y salió corriendo sin mirar
atrás.
No sabía donde esconderse; pero al final a lo lejos divisó un taxi y
decidió pararlo, el peligro estaba tan cerca que sintió un claro alivio cuando
aquel taxi paró a su lado. Montó, y el taxista le dijo: ¿Dónde?
Juan le dio su dirección y se dispuso a relajarse, por fin se encontraba a
salvo. Se quedó medio dormido y apenas se dio cuenta que en vez de acercarse a
su casa se alejaba. De golpe el coche paró en seco y una voz de ultratumba le
comentó:
- ¡Señorrrr, llegó a su destino!
Sobresaltado miró por la ventana y solo acertó a decir:
-
Pero…esto no
es mi casa.
-
Se equivoca,
esta será su casa a partir de ahora, nosotros somos los únicos amos de este
planeta
El taxista giró su cara y Juan descubrió con horror que
era la misma de la que salió huyendo lleno de miedo, ojos inyectados en sangre,
cortes en toda la cara, y unas manos, si unas manos que no eran humanas, tres
dedos en forma de garra que se acercaban sin remedio a su cuello. Entonces se
dio cuenta que su camino en la tierra había finalizado. Mejor así pensó, si
sobrevivía nadie se creería que le atacó un extraterrestre.
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