UN VIAJE INOLVIDABLE
El avión salía a las 11 del aeropuerto del Prat con destino a Roma; allá le esperaban otros amigos, todos iban a ver la final del Barça.
Se encontraba nerviosa, porque nunca había estado en esa ciudad, que todo el mundo decía era maravillosa, y también era la primera vez que iba a ver a su equipo en una final europea. El avión despegó a tiempo y en un par de horas llegaron a su destino. Tenía tantas ganas de pasar por el hotel y ponerse en marcha, que casi se deja el equipaje en el aeropuerto. Le dijeron los de la agencia que los hoteles de Italia no estaban muy bien, eso le importaba poco, su estancia sería corta y no pasaría mucho tiempo en él.
Dejó sus cosas en la habitación, se puso la camiseta de su equipo y con sus compañeros se dispusieron a recorrer la ciudad. Lo primero y principal: ir a la Fontana de Trevi para pedir un deseo como estaba mandado, era obvio cuál sería. Increíble la cantidad de personal que tuvo la misma idea, toda la fuente se vestía de azul y grana. Después se dirigieron al Coliseum, con un calor de lo más insoportable; aunque como se sentía en una nube, daba igual.
Se les pasó todo el día recorriendo la ciudad, ya faltaba menos de veinticuatro horas para el gran encuentro. La siguiente jornada se pasó volando hasta la hora del partido. Al entrar al estadio, les sorprendió el tamaño del mismo, enorme, y el césped les quedaba bastante lejos. El ambiente era extraordinario.
Empieza el partido... y a sufrir. Como buen culé, no para de morderse las uñas. A los diez minutos ese pedazo de jugador Etoo marca ¡Qué emoción! Se abraza al primero que pilla, da igual el que sea, siente lo mismo que ella, es algo inexplicable; es como la fe, o se tiene o no. Se siente más tranquila; pero el otro equipo no se chupa el dedo y no lo pone fácil. Tienen suerte, se acaba la primera parte y el resultado permanece inalterable. Comenta las jugadas con los compañeros y así se pasa el tiempo más deprisa. Comienza la segunda parte, el Barça sale en tromba y cuenta con muchas oportunidades; aunque ninguna prospera. Se vuelve a poner nerviosa, no las tiene todas con ella. El Manchester vuelve a atacar y ¡huy!, oportunidad de Cristiano. Es guapo el tío, ¡bah!, pero muy chulo y además ya le ha dado unos cuantos mamporros al pobre Puyol. Ahora... ¿qué pasa?, se escapa Xavi, le centra a Messi y... ¡Goool! Esto es una locura, se hunde el estadio. La tenemos, sí, la tenemos tan cerca... que ya la podemos tocar. ¡Dios mío, no me lo puedo creer!; aunque hay que calmarse y esperar que acabe, se le está haciendo eterno. Los minutos pasan tan lentos..., que parece que la aguja del reloj no se mueve. Cinco minutos, sólo cinco, ya está aquí, cada vez más al alcance de la mano.
Vaya, dan tres minutos más, qué mala pata, bueno, de todas maneras queda poco. El arbitro parece que va.... Sí, coge el silbato, se lo lleva a los labios y... ¡Sí, pita el final! Los jugadores se abrazan; ellas también, saltan, lloran, se ríen. Van pasando lentamente a recoger los trofeos, y en el centro les espera la copa, Puyol se acerca, y poco a poco la levanta por encima de su cabeza, y entonces un griterío ensordecedor llena el estadio. La emoción es indescriptible, las lágrimas brotan como un río sin poderlo evitar. La fiesta duró un buen rato, no tenía ningunas ganas de volver al hotel; pero le esperaba un buen madrugón y debía de recogerse.
En su viaje de vuelta, la felicidad aún perduraba y no paraba de pensar: “Esto sí que ha sido un viaje inolvidable. Tanto, que supongo que pasarán años hasta que se repita, ¿o no?”.
FELICIDADES, BARÇA