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miércoles, 1 de agosto de 2018

ESTE JUEVES...RELATO

                                     UN VIAJE CON...



  Me dirijo a la Costa Brava. He quedado con Dalí en Rosas, después ya iremos al museo. Desde que han inventado esa máquina que puedes tener a una persona fallecida viva de nuevo durante un día, nuestra vida ha dado un vuelco de 180º. Ya lo veó con su bigote característico y muy joven, lleva una camisa floreada y unas bermudas azules. Se me acerca y me reconoce al instante. Le invito a bañarse y estamos una horita refrescándonos. Después cogemos mi coche y nos acercamos a Figueras al museo Dalí. Cuando lo ve se le saltan las lágrimas al pobre.

--¡Ay Carmen, cuántas historias tiene este museo!

-- Me lo imagino.

Entramos y nadie lo reconoce, es curioso. Nos acercamos al primer cuadro conocido el de los relojes blandos, “La persistencia de la memoria”

-Mira Carmen precisamente este cuadro representa que el tiempo es relativo y a la vez queda en nuestra memoria, esos relojes blandos nos dan a entender que ese tiempo se deshace poco a poco y no vuelve. Lo pinté en una de mis épocas más melancólicas.

Después nos acercamos a otro cuadro donde se veía uno de sus Cristos crucificados, pero este era especial. Tanto Cristo como la cruz parecía que flotaban, y ni tiene los estigmas. Se llama Corpus Hipercubus. Y Dalí me dice:

--“Pinté una cruz hipercúbica en la que el cuerpo de Cristo se convierte metafísicamente en el noveno cubo, siguiendo los preceptos del discurso sobre la forma cúbica de Juan Herrera, constructor de El Escorial, inspirado en Ramón Llull”.

Ya sabéis como era él a veces, se le entendía poco, estaba en su mundo. El caso es que este Cristo es como el cuerpo místico glorificado en la cuarta dimensión y Gala desde abajo lo mira espectante asombrada y arrobada ante ese maravilloso cuerpo musculoso y glorificado.

Después de esta gran lección de arte seguimos admirando todas las demás obras y pronto se nos hace de noche, entonces nos dirigimos al puerto de Cadaqués donde Dalí pasó sus mejores años de juventud. Cenamos a la luz de la luna y hablamos largo y tendido de sus comienzos como pintor. En un momento dado lo miro a los ojos y le digo:
--Gracias por este maravilloso día.

--Grácias a ti por devolverme a la vida, aunque solo sea por un día.

Acabamos de cenar, nos acercamos a la playa, me miró, me dió un beso en la mejilla y desapareció como por arte de magía. Nunca lo olvidaré.
                          


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