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viernes, 23 de abril de 2010
EL CASTILLO
Como hoy, es el día del libro, que mejor regalo que un relato. Aquí os dejo mi último cuadro y el relato que me ha inspirado.
Sonó el teléfono. Al otro lado del hilo una voz potente dijo
-Tu y yo tenemos que arreglar cuentas. Esta noche te espero en el puente de la ciudad, a las nueve en punto, sino vienes, vendré a buscarte.
Ramón tenía miedo; pero no le quedaba más remedio que ir; aunque sabía que estaba perdido. Nunca pensó que su llegada a esta ciudad le reportaría tantos problemas. Al principio todo era muy bonito; pero el dinero pronto se acabó y los pocos trabajos que tuvo la suerte de encontrar le duraron cuatro días; el alquiler no esperaba y la casera le había dejado claro que, o pagaba, o su estancia en aquel piso tenía los días contados, por lo que sin pensárselo mucho decidió acudir a una persona de poco fiar. Enseguida obtuvo el dinero; pero también una piraña que a partir de ahora no le dejaría vivir tranquilo. No se dio cuenta de la clase de tipo a quien acudía para arreglar sus problemas económicos, y ahora, después de varios últimátums, su vida corría peligro. Arrastrando los pies, su cuerpo se fue acercando a aquel puente, porque su mente se encontraba muy lejos de allí. Un tipo con cara de pocos amigos le esperaba, unos ojos con una mirada llena de ira observaba como se aproximaba. Cuando llegó a su altura le dijo con voz amenazadora:
-¡Supongo que traes el dinero!.
-No he podido conseguirlo todo, es imposible.- respondió tímidamente Ramón.
En ese momento sabía que este individuo jamás aceptaría parte del dinero, había firmado su sentencia de muerte. Aquel hombre no dijo ni palabra, lo miró fijamente con el entrecejo fruncido, sacó un puñal y con un movimiento rápido lo hincó en el estómago de Ramón, que con los ojos desorbitados cayó al suelo de rodillas, su mirada quedó clavada en aquella cúpula señorial de la catedral de Salzburgo, si aquella cúpula, -símbolo de otro tiempo- que fue lo primero que vio cuando llegó a esta ciudad, y que le hizo trasladarse a otra época donde quizás, ahora podría volver, y al fondo, en lo alto de la montaña, el castillo, como dueño y señor de toda la villa y de su propia vida, que ahora se escapaba dejando el último suspiro en aquella fortaleza soñada.
viernes, 9 de abril de 2010
SÁBADOS LITERARIOS DE MERCEDES
DIÁLOGO DE ZOMBIES
Fui a aquel cementerio atraído por un espectáculo morboso a punto de comenzar. A las doce en punto, unos muertos se levantarían de las tumbas; pero no todos, sólo cuatro, precisamente dos fueron actores en vida y otros dos, unos malhechores.
A la hora exacta comenzaron a salir los susodichos de sus respectivos sepulcros; auténticos zombiEs, o sea muertos vivientes. Primero se quitaron el polvo que llevaban encima y empezó la charla:
—Oye, Mario, ¿nos vamos al pueblo a asustar a todos esos pringaos?
—Vale, Toni; pero con clase, que la última vez se formó una que no me gustaría repetir.
De pronto intervienen los otros dos, que han salido un poco más tarde.
—Tío, nos apuntamos a la marcha.
—¿Quiénes sois vosotros?, ¿quién os ha dado vela en este entierro? —preguntó Toni.
—¿Qué dice este pavo? Somos como vosotros y si nos da la gana vamos —repitió aquel tipo, feo con ganas.
—Nosotros no os conocemos de nada y no admitimos intrusos en nuestro club; así es que fuera de aquí —dijo Mario.
—¿Has visto, tronco? Se creen algo este par de imbéciles —sentenció el ladrón.
La cosa se ponía fea, quería irme; sin embargo, los pies no me dejaban, necesitaba ver como acababa todo esto.
Los dos malhechores se acercaron a los otros dos con aires amenazadores.
—¿Quién decís que nos va impedir ir al pueblo?
—¡Nosotros! —respondieron con voz potente los actores.
Se abalanzaron unos sobre los otros y se dieron tantos mamporros que cayeron como muertos —bueno, como ídem—, y yo me marché muy decepcionado.
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