Cuando tienes un hijo, los sentimientos se amontonan en nuestra mente, las
emociones, son algo tan especial, que no lo puedes entender hasta que no eres
madre. Mi madre ya me lo dijo cuando vio nacer a su primera nieta: -Ahora
sabrás lo que es ser madre. Y tenía razón. Al observar aquel ser tan pequeño en
tus brazos, sientes la necesidad de protegerlo al instante, de abrazarlo, en
definitiva de quererlo, y por supuesto no es algo pasajero, dura y dura, mirar
si dura, mis hijas ya tienen 28 y 24 años, y cada día las quiero más.
Ser madre te hace crecer como persona, a madurar de golpe, te vuelves
altruista, ya tienes algo por lo que luchar que no sea por ti misma, a quién
enseñar buenos valores que le sirvan para formar parte de esta sociedad, y a la
vez ser crítica con la misma cuando las injusticias afloren demasiado.
La verdad es que la maternidad te da más de lo que tú das,
porque aunque tú enseñas, tus hijos muchas veces te dan lecciones de vida que
ni tu misma te imaginabas, y cuando te equivocas, siempre te lo hacen ver, y te
das cuenta de que no eres un Dios, sino un simple humano y
como tal cometes errores. Al principio tus hijos te ven como ese Dios, de
adolescentes se dan cuenta que de Dios nada y te perdonan poco; pero cuando se
hacen mayores y las conversaciones son de tú a tú, todo regresa a su lugar y se
crea algo más grande que una madre y una hija, se crea una gran amistad.
MÁS MADRES EN CASA DE AINHOA