BRUJAS, PÓCIMAS Y HECHIZOS
No podía ser que Alberto no se fijara en ella. Haría lo que fuera posible para que le hiciera caso. Siempre había oído hablar de las pócimas de amor; pero aunque pensaba que no eran más que paparruchas, estaba tan desesperada que no perdía nada con probar Buscó en Internet, ¿dónde sino? Allí hay de todo, seguro que también brujas. Empezó a mirar y encontró algunas cosas, por ejemplo historias de brujas; pero eso a ella no le interesaba, no quería saber su historia sólo quería que le ayudaran a conquistar a su amor y que .cayera rendido a sus pies. Navegando y navegando encontró una tal Rosalinda, y su especialidad eran las pócimas de amor, mira que casualidad. Le escribió un e-mail y concertó una entrevista, no sin antes decirle el precio de antemano, 100 euros, un poco caro; pero valía la pena.
Llegó un martes por la tarde a casa de la bruja. Ella se la imaginaba, vamos, la típica; .nariz larga, una verruga prominente, pelo sucio y liso, ropa oscura y gorro puntiagudo; pero nada de eso, le abrió la puerta una chica de unos veinte años, pelo rubio ondulado, ojos verdes y una mirada profunda que te encandilaba. Anonadada ante aquella visión le dijo con la voz temblorosa:
-¿Es usted Rosalinda?
-Si, soy yo.
- La imaginaba mayor.
-¿No te fías de mi?
- No se que pensar…Será mejor que me vaya.
- Como quieras; pero yo te puedo ayudar
Laura se quedó pensativa y al final la persuasión de aquella joven bruja la convenció. Primero la puso en antecedentes y le dijo lo que quería conseguir. La bruja la miró fijamente y haciéndole un gesto con la mano, la convidó a seguirla. La llevó a un cuarto mugriento todo lleno de ollas y potingues de todas clases, y entonces le dijo:
- No te preocupes, te voy a preparar una pócima que ese chico se enamorará al instante de ti.
Laura sonriente y convencida seguía escuchándola.
La bruja en voz alta comenzó a recitar:
- ¡Veneno de serpiente, diente de dragón, sangre de una virgen, ala de murciélago y polvos mágicos! Todo esto lo añadirás a cualquier bebida y se lo das a beber, y en dos días lo tienes a tus pies.
Se lo dio en una botellita pequeña, pagó sus cien euros y se fue tan contenta. Aprovecharía la fiesta que se organizaba en el instituto, con disimulo le ofrecería un vaso de coca-cola y allí le tiraría la pócima. Alberto era un líder, siempre estaba rodeado de chicas, no se daría ni cuenta.
Llegó el día de la fiesta y como sospechaba, no había momento que se encontrara solo. Esperó y esperó con paciencia, en un momento determinado se quedó sólo, instante que aprovechó para acercarse, lo saludó y le invitó a un vaso de cola, el la observó, nunca se fijó en ella, esta vez la miró a los ojos y dándole las gracias tomó el vaso. No se cruzaron más de cuatro palabras. Desde luego puso una cara extraña cuando se lo bebió pero aun así lo hizo.
Pasaron los días, dos, tres , cuatro, una semana, un mes; pero nada de nada, a aquel chico le siguió pareciendo invisible. No dio resultado, le tomaron el pelo. Su enfado iba en aumento conforme pasaban los días, y al final decidió volver a casa de aquella bruja para que le devolviera el dinero; pero cual fue su sorpresa cuando llegó. De la bruja Rosalinda no quedaba ni rastro; pero ni rastro. Perdió el dinero; pero lo peor fue que también perdió su dignidad. No te puedes fiar de Internet y menos de las brujas, al menos como esta.
“