RELATO ERÓTICO
¡QUÈ HOTEL!
Llegó de trabajar y le propuso pasar la noche en un hotel maravilloso que estaba situado en la villa de Sitges, se quedó estupefacta porque hacía más de dos años que no le llevaba a ningún sitio, y menos a un hotel; pero casi sin pensar aceptó. Nada más traspasar la puerta, un salón, y al fondo, una escalera al revés a modo de escultura les recibió, por ella se precipitaba una cascada de agua que acababa en una pequeña piscina de mármol. Alrededor se respiraba arte, cuadros que decoraban las paredes y dos grandes salas que contenían monográficos de dos pintores, por los que pasearon y se impregnaron de cada trocito del alma del artista. Después de enseñarle aquella preciosidad se dirigieron a la habitación, ¡y que habitación!, ésta era una de las pocas en la que las paredes las había decorado un artista, en este caso uno que le gustaba mucho el Pop art a lo Andy Warhol. En la que estaba justo enfrente de la cama se veía una mujer pintándose los labios de un rojo brillante, con unos reflejos que salpicaban toda la pared y transmitían una gran sensualidad, en la otra se observaba un lavabo donde un chico con el torso desnudo se lavaba la cara, el agua le resbalaba por todo su cuerpo, las gotas casi se podían tocar al igual que aquel volumen tan bien esculpido. Era algo indescriptible, y tan erótico, que Laura excitada se volvió hacía Juan y le comenzó a dar un beso largo, inacabable y dulce muy dulce. Se empezaron a quitar la ropa poco a poco disfrutando de ese instante de inmenso placer, acariciándose cada rincón de su piel, sintiendo la respiración del otro, y notando el temblor al sentir las caricias. Casi sin pensar se dejaron caer en la cama y de inmediato, se fundieron en un solo ser, llegando al éxtasis. Hacía tiempo que no disfrutaban así y no tuvieron necesidad de salir de aquella fantástica habitación en toda la noche. A la mañana siguiente el comedor también les sorprendió, cada mesa disponía de una bella escultura que les daba los buenos días. Desayunaron como reyes y disfrutaron de un grato paseo por el puerto, despidiéndose de aquel hotel que les había hecho pasar una estancia de la que hacía años no recordaban, prometiéndose volver y repetir la experiencia.