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miércoles, 22 de diciembre de 2010

ESTE JUEVES UN RELATO



VILLANCICO


Yo soy de esas que sufre una catarsis en navidad, me gusta, no lo puedo remediar, y lo que me vuelve loca son las luces de la calle. Aquí en mi ciudad no ponen muchas; pero en Barcelona, es precioso el ambiente, oye, me cambia el carácter y me entra una felicidad, que ya ves, que tontería, disfrutar con algo tan simple, yo me convierto en otra persona. La vertiente consumista me gusta menos, porque parece que estás obligada a comprar; pero bueno, aquí se puede hacer sus más y sus menos, lo importante es compartir con los amigos y la familia estas fechas tan señaladas. También he de deciros que a veces esta felicidad es un poco nostálgica, sobre todo si te falta alguien de la familia; como es mi caso; aunque estoy segura que desde donde esté, querría que continuara tal como soy, porque se que su espíritu vive en mi y es como si siguiera aquí conmigo. ¿Sabéis con lo que también me lo paso muy bien en estos días? Con las películas navideñas, y cuanto más magia tengan mejor, me meto tanto que a veces me emociono mucho, supongo que me acuerdo de mi niñez y de la ilusión que me hacía cuando se acercaba el día de Reyes, había que irse pronto a dormir porque con los niños despiertos no pasaban los reyes, y yo, cerraba tan fuerte los ojos que hasta me dolían de apretar tanto, y, al día siguiente allí estaban los regalos, era maravilloso. ¡Ah la ilusión! Es lo más bonito que existe, sin ilusión no se avanza en esta vida, no se realizan proyectos, ni se sale de situaciones difíciles, esa ilusión de niño no se ha de perder nunca por muchos años que pasen, porque si te paras a pensar como decía aquella película, “La vida es Bella” y hay que disfrutarla mientras se pueda y esa ilusión nos ayuda a hacerlo.
Así que yo pienso, que si existe catarsis colectiva mejor que mejor; aunque sea una vez al año, ya sabemos que debía de ser todo el año pero si estas fechas sirven para ser un poco mejor persona, pues adelante, que viva la navidad.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

ESTE JUEVES UN RELATO



HISTORIA DE ASCENSOR

Este artilugio no me gusta mucho la verdad; pero he de reconocer que hace su servicio, porque cuando no funciona y el piso donde vas es muy alto, te acuerdas de la madre de este cacharro. Una vez iba a casa de mi tía que vivía en un noveno piso, -nada más y nada menos-, y el ascensor se había estropeado. Ya me ves subiendo escaleras y escaleras sin parar, cuando me quedaban un par de pisos, los subí a gatas, madre mía como sudé. También he de decir que cuando estás dentro de él, una claustrofobia te invade por dentro, que no se te va hasta que llegas a tu destino, aunque pondría la mano en el fuego a que no soy la única, y no te digo cuando observas que va muy lento, o al revés, que va muy rápido, o sientes que se mueve un poco más de lo normal, te empiezas a rayar como dicen los niños y piensas: ¿y si esto se cae? Bueno estoy en un piso muy bajo, como máximo me rompería las piernas. Sin embargo si el piso es muy alto, la cosa cambia: Si esto se cae, la palmamos. En fin, que de todas maneras, hay comida de coco.
El ascensor es como una especie de amigo con el que siempre te estás peleando, y como dice la canción: Ni contigo ni sin ti, tienen mis males remedios, contigo porque me matas y sin ti porque yo me muero. De todas maneras, amigas y amigos hay que hacer ejercicio, así es que, a subir escaleras, pasemos del ascensor porque el ejercicio es lo mejor.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

ESTE JUEVES UN RELATO



CAMBIO DE SENDA

María llevaba diez años en una oficina tediosa y aburrida, cada día la misma rutina, cada día los mismos comentarios; pero, ¿qué quería? Trabajaba de lo que había estudiado, -formación profesional administrativa-, pocas personas podían decir lo mismo; sin embargo, al pasar los años se daba cuenta que quizás aquello no era lo mejor para ella. La inercia le hacía continuar, no se podía arriesgar a dejar el trabajo con los tiempos que corrían.
Un día, paseando por las calles de la ciudad se paró en un escaparate de una tienda de juguetes; aunque se había hecho mayor, los juguetes eran algo que le seguían fascinando, sus colores, los mecanismos de aquellas muñecas parlantes, o de los robots que bailaban o saltaban al compás de tus palmadas. En ese momento no miraba nada de eso, observaba con delirio una cocinita de madera con todos los utensilios necesarios para su buen funcionamiento, ollas, cacerolas, armarios y hasta vitro cerámica, vamos, a la última. A su lado, una niña miraba embelesada como ella aquella maravilla sin poder apartar los ojos de la misma. María se dio cuenta de su presencia y la contempló con envidia sana: ¡Qué bonita!, ella podrá disfrutar de esa preciosidad. Después de un rato, se quedó pensativa mientras observaba a la niña, y se le ocurrió algo que quizás siempre tuvo en su subsconciente: ¿Y si pusiera una tienda de juguetes? ¡Claro eso es lo que haré!; aunque el dinero, tal vez si pidiera un préstamo, o quizás si buscara un socio. Lo del socio era algo difícil; primero probaría con el banco. Al día siguiente pidió permiso para salir un momento y se acercó a una sucursal, les explicó su idea y con su nómina fija accedieron; sin embargo por si acaso se lo comentó a alguna de sus compañeras y la que menos esperaba también se decidió. Montaron su tienda de juguetes y aunque les costó un poco arrancar, al final la cosa fue funcionando, y María llegó a la conclusión que a pesar de los pesares, no tener una nómina fija y hasta a veces andar buscando equilibrios, esto es lo que ella siempre había deseado; por fin era feliz con lo que hacía y, los más bonito, haría realidad el sueño de muchos niños y niñas.