Mario a sus cincuentidos años se había quedado en el paro, después de más
de veinticinco años en aquella empresa. No se lo podía creer, su vida dio un
vuelco inexplicable, nunca pensó que le pasaría algo así, y ahora, ¿qué le
esperaba? ¿Buscar trabajo? ¿Quién lo querría? Se encontraba en estado de xoc y
hasta que no fueron pasando los días no se empezó a adaptar a la nueva
situación. Su mujer no ganaba demasiado y los chicos de momento estudiaban y no
traían dinero a casa. Intentarían apañarse; aunque iba a ser difícil.
Mientras el cobró el paro, iban
bien; pero cuando se acabó apenas les alcanzaba. Comían menos carne, como
máximo pollo, y de pescado, nada de merluza, halibut que era más barato, ah, y
lo de salir a comer alguna vez, como que no, al menos mientras las cosas no se
arreglaran.
Pasaron dos años y seguía sin
conseguir trabajo, solo los veranos de camarero en algún chiringuito de mala
muerte, porque los de categoría preferían gente más joven, incluso se planteó
ir a la vendimia; pero le echaban para atrás sus años, pensaba que no
aguantaría.
El tiempo no daba tregua y si no encontraba algo pronto no llegaría a tener
una jubilación. Así que al final se decidió, se fue a Francia y comenzó a
trabajar en la vendimia, rodeado de jóvenes llenos de vida e ilusiones, ellos
le animaban en sus momentos bajos, sobre todo cuando su espalda no aguantaba y
echaba tanto de menos a su familia. Resistió, lo hizo por él, por su familia y
por todos sus sueños rotos. Al final consiguió trabajar lo suficiente para tener
una digna jubilación, y valió la pena, conoció a gente estupenda que le
enseñaron que en la vida no todo está perdido, hay que luchar y al final
siempre, siempre obtienes tu recompensa.
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