Lo
quería y tanto que lo quería, aquel traje debía de ser suyo. Si, ya sabía que
era muy caro, y también sabía que ganaba una miseria y no estaba a su alcance;
pero ¿Quién ha dicho que la vida fuera fácil?
Durante
días se fijó que la chica de esa tienda de primeras marcas, no tenía mucho
trabajo, permanecía la mayor parte del día sola, así que la cosa sería bastante
sencilla. No estaba dispuesto a trabajar como un burro para conseguir aquel
capricho, eso era cosa de pringaos.
Vigiló la tienda durante varios
días y cuando vio que no corría peligro, se vistió como uno de aquellos
ejecutivos pijos que veía en las películas. Dentro de un bolsillo se colocó una
pistola de juguete, que solo utilizaría como último recurso para asustar.
Entró
y con gran educación le pidió a la dependienta el traje del escaparate. Ella le
respondió con un:
-Tiene
usted buen gusto.
Él
calló y se dispuso a recoger su pedido y entró en el probador. Le quedaba como un
guante, elegantísimo, estaba claro que aquella prenda le estaba esperando.
Ahora tocaba realizar el segundo paso.
Fuera,
la chica no se acababa de fiar de aquel individuo, por muy elegante que
pareciera. Debajo del mostrador tenía una alarma…
Salió
del probador con el traje puesto, miró a la joven de soslayo y le dijo que se
lo quedaba. En el momento darle el precio, agarró la puerta y se puso a correr;
pero no contaba que en la otra esquina le esperaba un policía. Éste
inmediatamente le dio el alto. Le pilló desprevenido y entonces... sacó la pistola,
una idiotez; pero lo hizo. El policía no
se lo pensó y le disparó, y aunque su intención era darle en la pierna, un
movimiento inesperado hizo que la bala le impactara en el pecho. Mala puntería,
mala suerte.
Sólo
le dio tiempo a decir:
-Jódete,
el traje es mío, nadie me lo quitará.
MÁS OBJETOS DEL DESEO EN CASA DE CHARO