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jueves, 11 de febrero de 2010

UNA LEVE GOTA DEL SUDOR DE TU MIRADA



No había remedio, tenía que ir a su casa. Estaba un poco lejos, y con la nevada que cayó durante toda la noche, me iba a costar un poco llegar; sin embargo lo intentaría. La situación llegó a un punto que se convirtió en insostenible. ¿Cómo es posible que después de tanto tiempo hayamos acabado así? Nuestra amistad vale más que cualquier otra cosa, y aunque nos veamos poco, yo siempre he dicho que lo que importa es la calidad y no la cantidad. La vida ha dado muchas vueltas y nuestros caminos se han separado y juntado muchas veces. Me gustaría seguir; pero ella me pide demasiado, y a mí, me es imposible dárselo. Tantos secretos compartidos, tantos momentos de complicidad, ahora, no valen nada, simplemente son un recuerdo que un día fue lo más importante de nuestras vidas, y con el paso de los años se han ido diluyendo como el azúcar, y como decía en un poema que escribí hace años, “sólo queda una leve gota del sudor de tu mirada”, sin embargo, aunque parece imposible, yo soñaré que tal vez un día, nuestros caminos se vuelvan a encontrar

viernes, 5 de febrero de 2010

SÁBADOS LITERARIOS DE MERCEDES


LA SEGUNDA OPORTUNIDAD

Ramón vino con sus padres y sus hermanos a Hospitalet desde Andalucía. Sus padres, desde el principio, se tuvieron que buscar la vida y trabajaron en lo que buenamente encontraban. El padre se pasaba casi todo el día fuera de casa, para llevar su pobre sueldo a la familia. Ramón estaba muchas horas en la calle jugando, se fue haciendo mayor y comenzó a frecuentar amistades algo peligrosas. Comenzó fumando porros; pero poco a poco esto se quedó corto y un día le convencieron para pincharse heroína. La sensación que sintió fue formidable, la visión de otro mundo le hizo continuar y continuar por esa caída en tobogán sin final. Trabajaba esporádicamente; porque enseguida que percibían su comportamiento lo despedían. Sin trabajo y sin dinero decidió robar, primero hurtos de poca monta y después más cuantiosos para conseguir su droga. Un día lo detuvieron y dio con sus huesos en prisión; aquí las cosas no cambiaron demasiado, la droga entraba por diferentes conductos y no tenía muchos problemas en conseguirla. Cumplió su pena y fuera, al contrario de redimirse, su vida se fue hundiendo cada vez más. Volvió a los robos y cada vez le costaba más adquirir la mercancía, como ellos decían. Todo era un círculo vicioso, para Ramón sólo tenía sentido la droga, no había nada más. La relación con su familia era inexistente, menos con su madre, al pie del cañón intentaba salvar la vida de su hijo; sin embargo era del todo inútil. Un día, la intimidad del lavabo de un bar le sirvió para nuevamente coger la goma elástica, apretarla al brazo para que se le dilataran las venas, la cucharilla con la heroína, la llama calentando la misma, la jeringa entrando en su brazo... Su cara como tantas veces se fue transformando en aquella mezcla de placer y tristeza; aunque esta vez no era igual, sus ojos se abrieron adquiriendo un rictus de espanto difícilmente explicable. Intentó gritar; no pudo, su cuerpo se fue desplomando, perdiendo el conocimiento al instante, todo se acababa, todo... Despertó en un hospital, estaba vivo, alguien lo encontró y lo pudieron salvar en el último segundo. Aquello seguramente significaba algo. La vida le daba una segunda oportunidad.