CUENTO DE NAVIDAD
EL BANCO
Aquella noche el frío era más intenso que de costumbre, sólo había podido conseguir una manta para pasar toda la noche en aquel banco, iba a ser bastante duro. Desde que se quedó sin trabajo, las cosas fueron de mal en peor, los ahorros se acababan poco a poco. Su mujer y sus dos hijos, no pudieron aguantar más y él mismo los envió con sus suegros, ellos no tenían mucho; pero lo podían compartir. No le duró demasiado la tranquilidad, incapaz de pagar la hipoteca lo pusieron de patitas en la calle. No disponía de dinero ni para comer y a partir de entonces no le quedó más remedio que alimentarse de la caridad, la calle se convirtió en su hogar, y un banco su cama.
Corría el rumor entre los sin techo que una patrulla de la cruz Roja pasaba por las noches, para dar a los indigentes un poco de café caliente o leche, y le proponían ir a un albergue; pero no, hace un tiempo lo probó y no le gustó, era un régimen muy estricto y se sentía muy ligado, por lo que decidió no regresar; sin embargo esa noche el frío era tan intenso, que tal vez si se lo volvieran a proponer, quizás diría que sí. Aquel frío no se le iba con nada, le penetraba en los huesos, y no podía dejar de tiritar y dentellear, y por lo que parecía, estos de la cruz roja no daban señales de vida.
Eran casi las doce de la noche y María venía de trabajar en un hospital de la zona. Al pasar delante de Mateo -que así se llamaba aquel pobre hombre- se lo quedó mirando fijamente con curiosidad, temblaba constantemente. Era Noche Buena y la estaban esperando para degustar una suculenta cena que sus suegros le habían preparado; pero no podía dejar de mirar aquel pobre hombre, ¿cómo era posible que estuviera en ese banco con el frío que hacía? Se le removía la conciencia, le era imposible dejarlo allí, porque con ese tiempo, tal vez al día siguiente no existiría. Decidió acercarse con prudencia, le tocó el hombro. Éste sobresaltado miró a aquella chica extrañado, ¿no querría reírse de él? Lo que le faltaba, no lo consentiría, así que le dijo:
-¿Qué quiere?
-Me gustaría que me acompañase a casa, aquí el frío es insoportable.
-¿Cómo? ¿Si no me conoce de nada?
-Tiene razón; pero eso no importa, no lo dejaré pasar esta noche sólo y muerto de frío
Mateo no sabía que decir, nunca le pasó nada semejante, ¿será verdad eso del espíritu navideño?. Después de hacerse de rogar, - no quería demostrar las ganas que tenía de estar en un hogar- cedió ante la petición de aquella joven.
La casa no se encontraba muy lejos. Cuando llegaron, la familia lo miró algo recelosa al principio; sin embargo María los convenció fácilmente, diciéndoles que mientras ellos estaban comiendo en una casa con calefacción, encerrados en si mismos, aquel pobre hombre pasaba frío en un banco de la calle. Recapacitaron, y lo acogieron sin hacer preguntas. Celebró la navidad con toda la familia, cantó villancicos e incluso durmió aquel día en una cama; y aunque al día siguiente todo iba a seguir igual, en ese momento se divirtió con toda la intensidad del mundo, asimilando lo que le acababa de pasar.
Al día siguiente regresó a su banco dispuesto a sobrevivir nuevamente; pero ese ,mismo día la chica también volvió a su encuentro; aunque no con las manos vacías. Por la mañana comentó en el trabajo si disponían de alguna vacante y le dijeron que si, un puesto de celador quedó vacío, tendría que hacer un curso eso sí; y si lo superaba el puesto era suyo.
Un solo día hizo cambiar la vida de Mateo. ¿Sería verdad que en Navidad todo es posible? A él desde luego le estaba sucediendo, y esperaba que esa suerte durara muchos y muchos años.;