Estaba harto, no podía más, no quería ir más a clase, lo
pasaba fatal, se metían con él, le pegaban, le cogían los lápices, los colores,
y jamás regresaban a sus manos. Si, se lo decía al profesor; éste era un buen hombre, hablaba con los
chicos, y les decía: - Poneros en su lugar, ¿eh que no os gustaría que os
hicieran lo que vosotros le hacéis?; pero a ellos les daba igual, su respuesta
siempre era la misma: Es un Friki , que se defienda, se merece que le peguemos.
Algunas veces los castigaron; pero no de manera contundente, y cuando regresaban volvían a las andadas;
incluso le tiraban papeles y algún huevo
que otro.
En un determinado momento decidió comportarse como ellos, no traía el
material y plantaba cara al profesor; pero ellos se metían igual. Sus padres
intentaron ayudarle; pero él no podía
permitir que aquellas bestias, -porque para él eran como bestias esperando la
carroña-, pensaran que era un niño
pequeño que no podía resolver sus problemas. Así que un día decidió acabar con
aquello .
Era Lunes, y el día anterior, vigiló que no le viera nadie, cogió un
cuchillo de casa, lo tapó con un trapo y lo metió en la mochila. Llegó al
instituto, y ya en la primera clase uno de los compañeros le dio una colleja en
la nuca, él aguantó estoicamente los insultos, y así hasta la hora del patio.
Entonces se dirigió al lavabo, se metió el cuchillo en la parte trasera del
pantalón, entró en uno de los baños y esperó pacientemente a su víctima, Joel,
un adolescente con cara de pocos amigos, alto y con unos brazos el doble que
los suyos; pero eso no le importaba, es verdad que él era bajito, llevaba gafas
y era estudioso; ¿Qué tenía de malo? Ese
matón inculto no tenía derecho a burlarse de él. Después de un cuarto de hora
esperando, Joel apareció y se metió en uno de los lavabos, entonces Carlos se
subió en la taza del Water y cuando el otro salió, se tiró encima con toda la
furia de que fue capaz, clavándole el cuchillo en uno de los brazos. Éste empezó
a chillar, llorar y intentar zafarse; pero no podía. Entonces Carlos le espetó:
-
¿¡Ahora no
eres tan valiente, verdad que no!?
Joel muerto de miedo chillaba sin parar y por fin consiguió quitárselo de
encima; pero Carlos con una cara de rabia nunca vista le amenazaba nuevamente.
Fuera del baño comenzaron a oír los gritos, y entre profesores y alumnos
evitaron males mayores. Gracias a Dios la herida no era mortal y todo quedó en
un susto. A Carlos lo ingresaron en un hospital psiquiátrico y no volvió a
clase en todo el curso; y lo que es seguro es que a Joel se le quitaron las
ganas de meterse con nadie más, lástima que tuviera que llegarse a estos
extremos.. Nadie fue capaz de intervenir y evitar lo sucedido.
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