Había una vez una niña que tenía complejo con su nombre, y cada día les
decía a sus padres que no quería ir a la escuela porque se reían de ella. Se
llamaba Marietacuchufleta. Era verdad que era un nombre extraño; pero feo, feo,
no era, un poco divertido si y quizás la primera vez que lo oías te resultaba
gracioso, sin embargo después te acostumbrabas y era un nombre más.
Los padres de Marietacuchufleta decidieron hablar con la maestra para poder
encontrar una solución entre todos, y que la niña fuera contenta al colegio.
Entonces a la maestra se le ocurrió una idea: Si organizaban un concurso para
encontrar el nombre más original de la
clase, el suyo tenía muchas posibilidades de ganar, así que se lo propuso a los
padres y ellos aunque sorprendidos, estuvieron de acuerdo.
El día de las votaciones todos los niños se sentían nerviosos, ¿Quién sería
el ganador? El voto era secreto y hasta disponían de una urna.
Cuando llegó la hora de contar los votos, la cara de asombro de los alumnos
fue espectacular. Voto tras voto el único nombre que salía era el de
Marietacuchufleta. Y así se llegó al resultado final, todos los votos fueron
para ella exceptuando el de la misma Marietacuchufleta que votó a otra
compañera. Los niños empezaron a aplaudir y la niña por fin comenzó a sonreír.
La querían y ella ni se había dado cuenta. La maestra se le acercó y le puso la
corona de ganadora. Ese día fue el más feliz de su vida y comprendió que los
niños no siempre expresan su cariño de la misma manera. Por fin la felicidad
regresó a su vida.
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