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miércoles, 19 de junio de 2019

ESTE JUEVES...RELATO

                                                                      EL SILENCIO
 
Gritos, más de veinte chavales hablando en voz alta, a veces puede ser espantoso. Me acuerdo una vez que incluso tenía el cuerpo tan en tensión, que cuando marcharon, —era la última clase de la tarde—, no reaccionaba, me quedé hundida en la silla con los ojos muy abiertos, como espantada, hasta que pasaron unos minutos. En esos momentos, un silencio total se apoderó de aquella clase, cuanto lo necesitaba, cuanto lo valoraba. Siempre me quedaba allí corrigiendo para paladear aquel silencio, me transformaba, me daba vida y por supuesto me cargaba las pilas para otro día. A veces pasaba la señora de la limpieza, extrañándose verme allí, a veces casi una hora, sin irme para casa. Le explicaba y ella lo entendía, sabía el ruido tan increíble que se formaba en algunas clases sobre todo en las que eran muy prácticas como la mía. Mientras ella limpiaba, yo seguía con lo mío disfrutando de ese silencio, la nada, a veces tan necesaria para limpiarte por unos momentos tus pensamientos, tus ideas, ordenarlas. Dedicarte por unos instantes a ti, sin interrupciones, solo oír ese silencio total, sin voces, sin nadie que te moleste, sola tú, tus pensamientos, y a veces sin ellos, dejarte llevar por ese vacío tan necesario y tan valorado cuando dispones pocas veces de él.
Me he dado cuenta que los adolescentes lo valoran poco, el silencio les incomoda, necesitan hablar, decir la suya y si es en voz alta mejor para que todos los oigan. Se les tendría que enseñar a valorarlo más, seguro que mejorarían muchas conductas demasiado estresadas e intolerantes; pero hasta que eso llegue, si llega, yo seguiré disfrutando esos momentos tan necesarios de silencio, para crecer como persona.
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miércoles, 5 de junio de 2019

ESTE JUEVES,,,RELATO

                            MERCADOS TRADICIONALES
 
Lo que siempre me ha maravillado de los mercados son los dependientes, dependientas y los colores que dominan, sobre todo en la fruta. Aquí tenemos tres mercados tradicionales, reformados porque al lado de dos de ellos, han colocado un supermercado de esos grandes, supongo que los empresarios no se quieren pillar los dedos, y piensan que sino ganan dinero por el mercado, lo harán por el supermercado.
Algunas dependientas llevan  recogidos con unos gorros curiosos y un delantal casi siempre blanco. Las pescaderas con aquellos guantes de plástico y los pescados muy bien puestos como si de un escaparate se tratara. En la pollería también venden huevos, casi todos de color, aunque antes dominaban los blancos, al menos aquí en mi población. La verdad es que no sé cuando comenzaron a haber más de color que blancos; pero poco a poco les ganaron la partida. Cuando llegamos a la frutería, el color manda, y es mi debilidad, sobre todo ahora que hay tanta variedad de fruta, con las tropicales como los mangos y las papayas, es una maravilla, manzanas amarillas, verdes y rojas, los naranjas como las propias naranjas y las mandarinas, las peras verdes o amarillas, las ciruelas granas, en fin, colores por doquier y gran cantidad de texturas, lisas, ásperas, rugosas, etc. Después encontramos la parada de las legumbres cocidas a granel, y secas, ahora que venden todo en botes, es curioso que se mantenga. También domina el color en la parada de pastas, muchas envueltas en papeles de colores, todas a granel, buenísimas, y las diversas paradas de carne y casquería que tienen bastante público, es una de las preferidas junto con los embutidos.
La verdad es que no conozco ninguna anécdota, solo de oídas, sobre todo robos de monederos. Las mujeres hablan bastante, y son las que predominan en las compras de mercados, a veces van con los maridos; aunque es verdad que poco a poco  se ven más hombres; pero ellas siguen dominando. Llevan el cesto típico, a veces abierto, dentro el monedero, que se convierte en una golosina para los cacos, que te lo roban sin darte cuenta.
Los mercados tienen vida propia y aunque yo no soy muy asidua, espero que no desaparezcan nunca, son algo intrínseco de las ciudades y le dan mucha vida, y además suelen tener diseños bastante singulares. Aquí en Santa Coloma, de los tres que tenemos, uno lo han reformado, es el mercado Sagarra que data de 1934, con unas fachadas de estilo noucentista, con un acabado que alterna el ladrillo visto y el estuco, tiene cerámica vidriada y molduras rectas. Esta protegido como patrimonio histórico y forma parte de nuestra historia.
 


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