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miércoles, 9 de marzo de 2011
ESTE JUEVES UN RELATO
ELLA
Este relato es un homenaje a todas esas mujeres que de una manera u otra se han convertido en heroínas anónimas, porque han ayudado a que poco a poco se vaya avanzando de cara a la igualdad. Parte de él es verdad, me lo sugirió una historia que explicó una señora en la radio el día de la mujer trabajadora, y pudo ocurrir así.
Allí por los años cuarenta, en un pueblo pequeño de la provincia de Córdoba, vivió una maestra llamada Lourdes. Le gustaba su oficio, enseñar aquellos niños vivarachos, que la miraban hambrientos por aprender. Su escuela no era muy grande, disponía de unos pupitres de madera oscura, cada uno tenía de un agujero donde descansaba un tintero que los niños hacían servir para escribir los textos y ejercicios que ella les mandaba. En cada pupitre se sentaban dos niños, de un total de doce, de diferentes edades y se aplicaban en estudiar las cuatro reglas que les servirían para defenderse en la vida. Un día cualquiera Lourdes iba revisando aquellos cuadernos, procurando que todo estuviera correcto, de repente se sintió mal y antes de que se diera cuenta cayó desmayada, los niños asustados no sabían que hacer, y uno de los más espabilados fue a buscar al médico del pueblo, cuando llegó había recuperado la consciencia pero no podía levantarse, entre varios hombres la llevaron a casa, pasaron los días pero el movimiento de las piernas no volvía, y llegaron a la conclusión que algo en su cerebro falló y afectó al sistema motor de las piernas. No sabían si recuperaría la sensibilidad de las mismas, se encontraba débil sin ganas de vivir; sin embargo poco a poco fue recuperando la energía y aunque le era imposible moverse, su única obsesión era volver a dar clase; en la escuela no iba a ser posible, pero ella no se desanimó y como eran pocos niños, les dijo a sus padres que los trajeran a casa, el aula sería su habitación, los padres respondieron y a los pocos días ya tenía montada la escuela. Los niños sentados alrededor de su cama, escuchaban con una mezcla de atención y admiración a aquella mujer, -que incorporada gracias a una serie de almohadones que aguantaban su espalda- les deleitaba con sus enseñanzas que transmitía más que con el cerebro, con el corazón, porque ella lo que tenía claro hacía tiempo, era que a sus clases no pensaba renunciar nunca. Desde su lecho fue enseñando a aquellos niños y niñas todo lo que sabía, más tarde se recuperó un poco y la clase la trasladó al salón y allí siguió, y pudo preparar a muchos de sus alumnos para ir al instituto. Cuando llegaban al mismo los profesores les decían:
-¿Quién os ha instruido tan bien?
Y los niños respondían:
_ La señorita Lourdes.
Pues debéis de estar muy orgullosa de ella porque tenéis tantos conocimientos que casi podríais ir a la universidad.
-Si que lo estamos y la queremos mucho.
Todos los maestros quedaban admirados ante la excelente preparación de aquellos alumnos, y más aun cuando se enteraban de su historia.
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20 comentarios:
Precioso relato Carmen,mujeres admirables por su entrega y valentía.Todo su conocimiento lo iba depositando en esos niños, guiandolos y abriendo horizontes nuevos que ellos más tarde tendrian que descubrir.
Sus ganas de enseñar la hizo seguir adelante.
Un beso.
Así es Sam, una mujer admirable.
Un abrazo
Me ha encantado este relato, humano, entrañable de mujeres que lo dan todo por lo que realmente es su pasión, en este caso la enseñanza. Da una lección escondida y muy bonita a sus alumnos, que así la reciben, una enseñanza de vida...
Besos
Preciosa e inspiradora historia. Necesitamos más profesoras así para nuestros hijos, y no muchas de las actuales, que sólo saben quejarse de que no consiguen manejarlos, muchas veces porque se aburren en sus clases.
Un beso, Carmen.
La constancia y la voluntad de una humilde maestra, todo un ejemplo, de autentica vocación... conozco unos cuantos.
Precioso relato, lleno de humanidad.
Un beso.
Gracias por presentarnos a Lourdes, un ejemplo de responsabilidad y valor. Quien no vive para servir, no sirve para vivir, esa maestre lo había aprendido muy bien. Deliciosa histora. Un beso
Gracias Matices, Teresa, Solitude y Marisol por vuestros comentarios. Esta maestra es todo un ejemplo; aunque los alumnos respondían también bien.
Un abrazo
Creo que ella no se consideró en ningún momento una heroína.
Ayudaba a esos niños, les instruía pero en eso encontró el motor que siguió moviendo su vida.
Encontró una razón para seguir adelante, para superarse, para ser útil.
Y lo consiguió, ya lo creo.
Y su memoria ahora mismo está siendo honrada por ti y lo será por todos aquellos jovencitos que un dia tuvieron la suerte de conocerla y aprender de ella la lección de vida más grande que quizás aprendan nunca.
Besitos
YO aún recuerdo a mi primera maestra y sus enseñanzas. esta mujer debió ser toda una fuente de inspiración y superación para esos alumnos deseosos de aprender, no como lo de ahora...jajaja
Por cierto me ha llamado la atención lo de que fuera de un pueblo de Cordoba.
Besitos Carmen
Carmen, un merecido homenaje a las muchísimas maestras de escuela, aquellas de los pupitres con tintero, abnegadas, de vocación vivida, transmisoras de conocimientos, cariñosas.
A la señorita Lourdes, por encima de todo, de su enfermedad, la apasionama enseñar. Ojalá todas fueran hoy como ella, entregadas en absoluto rutinarias o apáticas,poco creativas. !Salve mujer de primera, enseñante ejemplar! De tal maestra, tales futuros ciudadanos y ciudadanas.
Gracia a ti Carmen, te toca de cerca el tema, se que eres una segunda versión de aquella, en estos difíciles tiempos. Petonets molts.
Gracias amigas. Mª José, se que era de andalucía y por el acento de la alumna podría ser de allí; pero no lo se seguro, la historia si que es real.
Natalia, hombre gracias por compararme, ojalá fuera como ella; pero estoy a allos luz.
Gracias Luna, me gustó tanto la historia y que no fuera nadie famoso que creo que se lo merecía,
Un beso a las tres
Es una hermosa historia. Hay gente que lleva esto de enseñar en el alma, y lo haría gratis o como Lourdes, sorteando todo tipo de inconvenientes. Ojalá todos los maestros tuvieran este amor por su profesión
un abrazo
s me centro en la profe lourdes, te digo carmen andújar, que en esa época hasta encuentro normal el hecho de encontrar una maestra así. pero es normal por que el oficio de maestra estaba valorado en su medida...el maestr@ era alguien que era respetado por alumnos y padres....y desde ese respeto, veo normal que esa maestra pudiese luchar por inculcar el saber aunque fuera en esas ínfimas condiciones. no creo que lourdes a día de hoy pudiera hacer lo mismo, es decir, no hubiera podido influir en los niños, por lo tanto.
besos, carmen andújar
Una mujer especial, una gran mujer, me ha gustado mucho descubrir la fuerza y el entusiasmo de ella, de su dedicación y su amor a los alumnos.
Gracias por compartir una historia anonima pero muy grande.
Petonssssss
Que vida tan ejemplar! Admirable heroína de tu relato.
Y si...de las buenas maestras se habla por largo rato!
Un fuerte abrazo
En un día en que amanezco con noticias tan dramásticas y tristes como el de hoy, donde las noticias internacionales son...buen, ya lo sabes, saber que pueda haber mujeres así, levanta el espíritu y nos enseña el verdadero sentido de la vocación, del amor y de la vida misma.
un fuerte abrazo.
Gracias Ceci, Cas, Any, Irlanda y Gustavo. Es verdad que era otra época; pero no por eso tiene menos valor; porque tal como estaba, ya tiene que valorar su profesión.
Un abrazo a todos y todas
No se si la tuya es una historia real, pero yo, que vengo del medio rural, se que la figura de la maestra era un pilar fundamental en la educacion a todos los niveles.
Un beso
Carmen,
me ha gustado tu relato; este homenaje a las maestras de pueblo o, mejor, a la maestra vocacional.
La entrega de esta mujer es envidiable. Y su valor. Me admira mucho la gente así, que con algún tipo de minusvalía en vez de achicarse, tiran para adelenate y crecen como personas. ¿Qué gran ejemplo para los niños.
Muy bien Carmen.
un abrazo
Hay quien considera el trabajo como una maldición bíblica. Creo, por el contrario, que el trabajo siempre dignifica y, cuando como en este caso es vocacional y dirigido a procurar el crecimiento de los demás, pocas cosas hay más gratificantes y enriquecedoras. ¡Bravo por la maestra de tu relato!.
Un abrazo.
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