Laura no era supersticiosa, para ella, nada más se
trataba de supercherías. Eso de martes y trece, que tontería, era un número
como otro, que más dará. Nunca le sucedió nada ese día, ni a ninguno de los que
conocía. Precisamente hoy coincidía con esa fecha, justamente antes de salir de
su casa miró el calendario; pero no le dio importancia. Se dirigió a su
trabajo, llovía a mares, de una manera exagerada, ni tan solo su paraguas la
tapaba, el viento era demasiado fuerte. Cuando iba a cruzar la calle pasó un
coche a toda pastilla y la puso perdida de agua, bueno, mala suerte, que le iba
a hacer. El metro llevaba retraso, cuando llovía sucedían estas cosas. Entró en
el vagón y apenas podía respirar, parecía una sardina enlatada. De pronto, éste
se paró y se apagó la luz. La gente se asustó, no se sabía la causa. Después de
media hora en la misma posición, creía que se desmayaría; pero hay que ver como
aguanta el cuerpo humano, resistía y resistía. Aquello no se arreglaba, y
algunos pasajeros comenzaban a chillar, con algún ataque de histeria. En ese
momento se abrieron las puertas y se oyó una voz en off: Señores pasajeros por causa ajena a nuestra voluntad, nos hemos quedado
sin corriente eléctrica. Nos vemos obligados a que bajen al túnel y se dirijan
andando con nuestros guías a la siguiente estación, no se preocupen no hay
peligro. Ahora, salgan poco a poco del vagón y sigan al guía.
Alucinante, aquel camino se le
hizo eterno; pero por suerte todos alcanzaron su objetivo en perfectas
condiciones. Cuando por fin, después de tres horas consiguió llegar a su
trabajo, todos la miraron con una cara algo extraña y ni le preguntaron que le
había sucedido. En su mesa se encontró una nota. El director la quería ver.
Pensó que le pegaría la bronca por la hora; pero se equivocó, ya sabía lo que
sucedió en el metro; simplemente la miró fijamente y le dijo que las cosas iban
muy mal en el trabajo, tenían pérdidas y sintiéndolo mucho no le quedaba más
remedio que despedirla. A Laura no le salían ni las palabras, no se lo
creía; sin embargo era verdad. Salió
cabizbaja, recogió sus cosas sin que nadie le dijera nada, y desapareció. Su
regreso fue más tranquilo, y ya en su casa volvió a mirar el calendario y pensó:
-Nada peor me puede pasar, hoy no debí de salir de casa.
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17 comentarios:
Estas situaciones son las que hacen que se prolongue por los siglos de los siglos las supersticiones. ¿A quién no le ha ocurrido algo en esos días? En realidad somos nosotros mismos los que necesitamos de ese pensamiento mágico para no caer en la más absoluta racionalidad.
Gracia spor participar. Un beso
No hubiera sido distinto si se trataba de otro día. Los otros días no están libres de esas adversidades. Y quedarse en casa tampoco es una garantía.
Desde luego; pero por si acaso mejor no arriesgarse.
Gracias Ma José y Demiurgo.
Un abrazo
"brujas no hay..... pero que las hay las hay" Frase que pega con tu buen relato Carmen....
Seguro que si sale por la tarde a pasear, ahora que ha dejado de llover y se compra un ramo de margaritas pàra alegrarse el día, se encuentra con un cartel en un escaparate de alguien que ofrece el trabajo que ella necesita. Saltos y brincos
¿Total! que parece que al final acabó creyendo en las supersticiones ¿no?
ufffff!...que no afloje la esperanza!...ante semejante perspectiva, bajar los brazos sería catastrófico y la propia energía negativa determinaría otra catarata de sucesos que terminaría por convencerla que la mala suerte existe... y no es así.
Un abrazo!
=)
Es verdad, las energías negativas causan más estragos que la propia mala suerte.
Gracia Ester, Lao, Tracy y Neo.
Un abrazo
Coincidencias que podrían haber pasado cualquier otro día sin ser martes y trece pero así ella ya tiene un motivo para aceptar toda la serie de calamidades. Lo contará a sus amistades y seguirán creyendo que los martes y trece son días de mala suerte.
Un beso
Hay días que es mejor no levantarse...este relato da para dos o tres pensadas y para muchas más palabras
Todos tenemos un día de esos en los que decimos: mejor no haber salido de casa, pero nada tiene que ver con el martes y trece aunque seguirá existiendo la superstición y quien la alimente.
Fuera energías negativas.
Besos
Desde luego, cualquier motivo es bueno para creer en la superstición; pero no me diréis que no le pasaron cosas malas a la pobre.
Gracias Leonor, Musa y Max Estrella.
Un abrazo
!Vaya dia, para tu protagonista! Pero le distes una fortaleza para lidiar con lo imprevisto y la incertidumbre. Una superstición muy bien lograda.
Besos
Las malas noticias se alimentan las unas a las otras y al final todo se convierte en un enorme bocadillo de adversidades.
Lo curioso es que eso no cambia si te quedas en casa.
Besos
En mi experiencia el martes 13 es un buen día, uno de febrero nació mi hija mayor. Así que no sería eso ¿No se cruzaría un gato negro a su paso?, jeje.
Besos, amiga.
Cuando todo va mal siempre puede ir peor, eso es lo que vive tu protagonista. Angustioso y descriptivo texto Carmen
Un abrazo,
Digamos como los gallegos, yo no creo en meigas, pero haberlas haylas. Nuestro pensamiento lógico nos dice que las supersticiones no tienen sentido pero....
un fuerte abrazo.
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